miércoles, 29 de enero de 2014

Capitulo 11

Durante semanas había estado esperando ese viaje a San Francisco. Pero volver a ver a Pedro, saber que asistiría al día siguiente a la ceremonia, lo había convertido en una prueba dura que ni siquiera sabía si quería superar.

Pero tampoco sabía cómo librarse...

Pedro observó las emociones que aparecieron en el hermoso rostro de Paula y adivinó el motivo de esa expresión de vacilación.


—¿También han venido tus padres y tu hermano? —pregunto.
—Sí —confirmo ella.


Le dedicó una sonrisa implacable.


—Y al igual que tu hermana, no saben que tu y yo ya nos conocíamos —aseveró.
—No—suspiró.


El inclinó la cabeza con gesto burlón.


—Y prefieres que siga de esa manera.


Paula lo miró con ojos entornados.


—No entenderían que pasamos la noche juntos hace cinco anos

—Si yo no lo entiendo, cómo iban a hacerlo ellos—exclamó —Aquella noche hice algo totalmente alejado de mi personalidad —reiteró como si recordara lo ingenua que había sido.


Casi sintió simpatía por ella al notar cómo le temblaban las manos mientras cerraba los dedos en torno a la copa que tema delante. 
Se encogió de hombros, olvidando la simpatía.

Estoy seguro de que todos tenemos cosas en nuestro pasado que desearíamos que no hubieran sucedido.


Vio su mirada dura y la mueca desdeñosa de sus ojos. Tragó saliva antes de hablar.


—Entonces ¿los dos estamos de acuerdo en que sería mejor para todos que ambos olvidáramos nuestra pasada relación? —adrede empleo la descripción usada por él


La sonrisa que le dedicó no mostró ningún humor.


—Ojalá fuera tan sencillo,Paula.



Ojala... Pero no lo era. Ella mejor que nadie lo sabía.

A pesar de lo mucho que detestaba volver a ver a Pedro de esa manera también le daba gracias a Dios de que el primer encuentro hubiera tenido lugar esa noche. Podría haber sido mucho más desastroso si hubiera acontecido en la boda al día siguiente, se irguió y dejó la copa de champán para no arriesgarse a que se le escabullera de los dedos.


—Hagamos que sea sencillo Pedro—ofrecióAcordemos mantenernos alejados durante mi estancia en San Francisco por suerte solo serían tres días más, ya que su padre tenía que volver a su consulta.

—Un baile juntos Paula, y es posible que tome en consideración tu sugerencia —murmuró con voz ronca.


Ella abrió mucho los ojos.


—¿Un baile?
—Sí, ya ha empezado el baile —señaló con sequedad.


Ella pareció confusa.


—¿Quieres bailar conmigo?
—¿Por qué no? —preguntó con sinceridad.


Ella palideció...


—Porque... bueno, porque... ¿Puedes bailar? Quiero decir...
—¿Te refieres a mi evidente discapacidad? —soltó con voz áspera y expresión sombría.


Aunque su discapacidad ni se aproximaba a cómo había estado cinco años atrás después del choque había pasado varios meses en una silla de ruedas, después varios y dolorosos meses más aprendiendo a volver a caminar. Que en ese momento tuviera la cicatriz y una leve cojera como únicas señales visibles del accidente de era un milagro.

Paula movió la cabeza con impaciencia.


—¡Estas tan discapacitado como un tigre al acecho!
—Me complace que lo entiendas —gruño... y tuvo la satisfacción de ver el rubor que invadió sus mejillas.Puedo bailar Paula, mientras sea música lenta —concluyo con tono de desafío...

«Lento» gimió para sus adentros.


—En realidad, pensaba en despedirme de los anfitriones e ir a acostarme.
—¿Ha sido una invitación? —agregó con suavidad.
—No, bajo ningún concepto —espetó, indignada por la sugerencia, comprendiendo que era una reacción excesiva ante esa tentación...

Capitulo 10

—Realmente no tengo ni idea de lo que podemos necesitar hablar le dijo mientras él se sentaba relajado en un sillón frente a ella en el pequeño y desierto cuarto de recepción.


 Pedro entrecerró los ojos al estudiar su rigidez.


—Teniendo en cuenta digamos que nuestra relación pasada…
—¿Relación pasada...? —cortó ella con cejas enarcadas—  


Pedro apretó los labios.


—No juegues conmigo Paula.


Ella apartó la vista de su rostro.


—No estaba segura de que me recordaras.
—Ten por seguro que sí —gruñó él.


Tragó saliva antes de hablar


—Y yo también Pedro pronunció su nombre con tirantez.
—No tenías ni idea de que me presentaría aquí esta noche ¿verdad? —preguntó él sonriendo sin humor.
—¿Por qué iba a saberlo? El apellido de Daiana es Fabrizzi.
—Su madre, mi tía Teresa es la hermana menor de mi padre —aportó Pedro.


Paula hizo una mueca


—Que amable que volaras desde Italia para asistir a la boda de tu prima.
—Ya no vivo en Italia, Paula—respondió ante la burla.

Ella pareció sorprendida.


—¿No?


El movió la cabeza.


—Paso casi todo mi tiempo en los viñedos Alfonso a una hora en coche de aquí, pero también tengo una casa en San Francisco.


Pudo adivinar en qué parte de la ciudad la tenía, su familia y ella habían hecho un recorrido turístico de la ciudad ese mismo día y habían pasado por una zona llamada Pacific Heights, donde las casas eran grandes, elegantes y... valoradas en millones de dólares!
No pudo evitar preguntarse si el motivo de que viviera en los Estados Unidos tenía algo que ver con el hecho de que Samantha Childe, la mujer de la que en una ocasión había estado enamorado, y de la que tal vez aún lo estuviera, también en ese momento vivía en California.


—¿Qué quieres de mí, Pedro? —preguntó sin rodeos.


Hasta que no llegó a la fiesta y vio a Paula charlando con la joven que en ese momento sabía que era su hermana, le había gustado pensar que la había erradicado de su mente después de aquella única noche pero al verla supo que ya no podía considerar la veracidad de esa ilusión...
En ese momento Paula estaba más hermosa que hacía cinco años y la madurez le había añadido un toque de seguridad a una belleza que ya de por sí había sido arrebatadora. Ni sus ojos ni su cabello, en ese instante en capas largas, habían cambiado, y el vestido ceñido resaltaba la cintura delicada y los pechos perfectos...

Su boca adquirió la forma de una línea intransigente.


—¿Qué tienes para dar, Paula?


 Lo miró con suspicacia y Pedro se preguntó si se sentiría repelida por la fealdad lívida de la cicatriz, tal como le sucedía a él mismo.


—¿Qué tengo para darte a ti en particular? —repitió con incredulidad. —¡Absolutamente nada! —respondió con desdén a su propia pregunta.


La mano de Pedro se movió de forma instintiva a la herida irregular que le marcaba la mejilla.


—Eso, al menos, no ha cambiado —musitó con frialdad.


Paula lo observó ceñuda. ¿Por qué la miraba con tanto desprecio? Era él quien la había seducido sólo porque la mujer a la que de verdad había deseado, la famosa modelo top Samantha Childe, le había dicho que la relación se había terminado y que mantenía una relación con uno de sus compañeros de la Fórmula Uno.
Ese hombre había sido el piloto Paulo Descari, muerto en el accidente que había tenido lugar apenas horas después de que Pedro la hubiera dejado en la cama.
Samantha había afirmado con voz llorosa que Pedro había causado el accidente a propósito movido por los celos...Aunque jamás había creído semejante atrocidad, cinco años después aún le molestaba pensar que el motivo que había tenido Pedro para pasar la noche con ella había sido el despecho.

Entonces, ¿cómo se atrevía en ese momento a observarla con ese desprecio?


—He cambiado Pedro—afirmó con rotundidad.

—¿A mejor?


Ella frunció el ceño.


—¿Qué?

—¿Has llegado a casarte Paula? —cortó el con frialdad mientras los ojos oscuros se posaban en la mano izquierda desnuda—Veo que no, quizá sea lo mejor—agrego con tono insultante.

Ella se sintió indignada.

—Quizá también sea mejor que tu nunca lo hayas hecho—espetó con igual tono cortante.


Le dedicó una sonrisa carente de humor.


—Quiza.. no creo que el hecho de intercambiar insultos aquí sea armonioso para la boda de Brian y Daiana, ¿y tú? —la retó.


El corazón se le contraía cada vez que pensaba en asistir a dicha boda.

lunes, 27 de enero de 2014

Capitulo 9

El hombre que hablaba con tanta cordialidad con Micaela aún poseía ese atractivo magnético, la cicatriz pálida en la parte izquierda de su cara sólo añadía peligro a dicha atracción, pero los ojos ya no eran cálidos ni sensuales sino mas bien fríos y que proyectaban un distanciamiento.
Por lo que Paula sabía, el no se había casado, aunque debió reconocerse que nunca se había esforzado mucho en mantenerse al corriente de su vida en los cinco años desde que se habían separado tan bruscamente.

¿Qué sentido habría tenido? Sólo habían compartido una noche de pasión inimaginable e irrepetible.

—¿Te apetece una copa?

Paula alzó unos ojos sobresaltados ante la copa que le ofrecía. Champán. Tenía que ser champán.

—Gracias —aceptó

Pedro observó cómo se ruborizaba al aceptar la copa alargada con una habilidad que impidió que los dedos entraran en contacto.

—¿También es tu primera visita a San Francisco, Paula? —preguntó con sorna.
—Sí.
—¿Te gusta la ciudad?
—Mucho
—¿Has hecho mucho turismo desde que llegaste?
—Algo, sí.

Él entrecerró los ojos ante la economía de sus respuestas.

—Quizá...
—Disculpa la interrupción, Pedro—su prima Daiana intervino al unirse a ellos—pero mi hermano Manuel está ansioso de reanudar el contacto con Micaela—añadió con indulgencia.
—¿En serio? —la más joven de las hermanas Chaves miró hacia donde se hallaba Manuel, en el otro extremo de la sala...

Paula sintió una inminente sensación de perdición si Micaela la dejaba completamente a solas con...

—No te importa, ¿verdad, Paula? —los ojos de Micaela irradiaban entusiasmo.Antes le había confesado a su hermana que, después de que le presentaran a Manuel la noche anterior, había deseado conocer mejor al hermano mayor de Daiana.

Resultaba evidente que la atracción era recíproca. ... lo que no ayudó en absoluto a Paula, ya que no deseaba quedarse con Pedro

—Te aseguro Micaela que tu hermana estará perfectamente a salvo conmigo —expuso él con tono risueño antes de que Paula tuviera ocasión de intervenir.

Esta lo miró, seguía sin tener idea de si él recordaba la noche que habían pasado hacía cinco años... y tampoco quería saberlo.
Ya era suficientemente malo que ella lo recordara.En ese momento Micaela le apretó el brazo.

—Gracias, Paula—susurró antes de irse con Daiana hacía donde las esperaba el atractivo Manuel.

El súbito silencio que las dos dejaron pareció ensordecer a Paula.
En la sala había por los menos unos cien de los invitados que asistirían al día siguiente a la boda, todos charlando o riendo mientras renovaban viejas amistades o establecían nuevas.

—Hay... una zona más tranquila para sentarse junto a esta sala donde podríamos charlar —soltó él de golpe.

Lo miró con ojos aprensivos y se humedeció unos labios súbitamente resecos.

—Me siento perfectamente cómoda aquí, gracias.

Sus ojos se volvieron aún más fríos mientras cerraba la mano en torno al brazo de ella.

—Era una declaración de intenciones Paula, no una pregunta —le aseguró con tono sombrío mientras la guiaba hacia la salida.
—Pero...
—¿De verdad quieres mantener esta conversación aquí delante de los invitados de Daiana y Brian? —inquirió con aspereza al detenerse en el centro de la sala atestada a mirarla con parpados entornados.

Paula tragó saliva al percibir con claridad la furia que ardía en es mirada oscura.

—No tengo ni idea a que conversación te refieres...
—Oh creo que si —replico con voz amenazadora.


Ella también lo creía aunque deseaba lo contrario. Pero el comportamiento de Pedro desde que se quedaron a solas señalaba que si la recordaba...

Capitulo 8

—Y por último, pero no menos importantes, me gustaría presentarte a las dos mujeres más hermosas después de Daiana —afirmó Brian con afecto detrás de ella— Paula, Micaela, permitanme que les presente al primo de Daiana, Pedro Alfonso, Pedro, mis primas Micaela y Paula Chaves

Con esa confirmación de identidad, Paula no pudo respirar,la mente se le había quedado completamente en blanco, las rodillas eran gelatina, de hecho... ninguna parte parecía funcionarle correctamente.
Por suerte para ella, Micaela había aprovechado la presentación para comentarle a Pedro cuánto había disfrutado viéndolo en las carreras de Fórmula Uno proporcionándole un leve respiro mientras Paula oía la voz familiar y ronca de él, murmurando una respuesta cortés.
Anheló que se hiciera realidad la posibilidad de que él no la recordara.
Se dijo que era imposible que la recordara. ¿Por qué iba a tener presente a una estudiante de Arte e Historia con quien en una única ocasión había compartido la cama?
Como nunca la había llamado podía dar por sentado que la había olvidado al instante.

—¿Paula? —insto Brian al ver que seguía de espaldas a su invitado y a él.

Esta respiró hondo sabiendo que no tenía otra elección que girar y encarar al hombre que anhelaba olvidar tal como había hecho el. La expresión de Pedro era de cortesía cuando Paula se volvió y lo miró.

—Señorita Chaves —saludó al estrechar brevemente la mano —¿O puedo llamarte Paula?
—Todo el mundo la llama Pocha—aportó Micaela
—¿Puedo hacerlo yo?

La frialdad en los ojos de Pedro la mantuvo cautiva, parpadeó antes de romper súbitamente la intensidad de la mirada de él para centrarse en un punto de la sala.

—Paula está bien —le respondió con ecuanimidad.

Paula parecía segura y estaba increíblemente hermosa con el vestido sin hombros del color exacto de sus ojos.Alzó desafiante el mentón para devolverle una mirada curiosa ante su intensidad...

—He de saludar a más invitados se disculpó Brian Kingston—¿Me disculpas Pedro? Estoy seguro de que Paula y Micaela estarán encantadas de hacerte compañía le dedicó una mirada burlona a la más joven de sus primas antes de atravesar la sala atestada para volver al lado de su prometida.
Pedro continuó observando a Paula con mirada velada.

—¿Es así?

Un ceño de irritación apareció entre los ojos de ella.

—¿Es así que? —espetó
—¿Estarás encantada de hacerme compañía? —explicó con distante tono burlón.
—¿Es que lo necesita señor Alfonso? —soltó con chispas en los ojos.
—La verdad es que dudo que me quede el tiempo suficiente para que eso sea necesario —concedió él pero en el último instante su padre le había pedido que representara a la familia Alfonso ya que no se sentía bien para ir a la fiesta de su sobrina ni a la boda del día siguiente. Pedro había aceptado a regañadientes con la intención de quedarse el tiempo requerido para cumplir con el protocolo.
Al menos esa había sido su intención Paula se sintió aliviada al saber que no iba a quedarse mucho rato.

—Estoy segura de que Micaela y yo podremos mantener unos minutos de conversación cortes.

Él le dedicó una burlona inclinación de cabeza antes de mirar a su hermana.

—¿Disfrutas de tu visita a San Francisco Micaela?

Paula suspiró al sentirse liberada de la mirada intensa de Pedro y se tomó esos momentos de respiro para estudiarlo.
El hombre al que había conocido cinco años atrás había poseído un atractivo magnético junto con una seguridad y un encanto innato, sumaba una cálida sensualidad en los ojos achocolatados que desnudaba a una mujer desde la distancia.

Capitulo 7

Cinco años después....

—Es una fiesta asombrosa... ¡No me lo creo! —musitó Micaela con incredulidad.
—¿Qué no crees? —preguntó Paula con paciencia; su hermana no había dejado de lanzar exclamaciones por una cosa u otra desde que su familia llego a San Francisco hacía dos días.


Aunque tenía que reconocer que la vista del horizonte nocturno de San Francisco desde el salón en que se celebraba la fiesta privada en lo alto de uno de los hoteles más prestigiosos de la ciudad era espectacular. Se podía ver el puente Golden Gate iluminado en todo su esplendor.
Pero Micaela no miraba por una de las ventanas, sino hacia el salón atestado donde se celebraba la fiesta para presentar a las familias de su primo Brian y de su novia estadounidense Daiana Fabrizzi, en la víspera de la boda.

—Pero no puede ser él, ¿verdad? —preguntó Micaela—Sé que la tía Gloria no ha dejado de hablar en los últimos días sobre lo bien relacionada que estaba la madre de Daiana, no obstante, no me puedo creer...
—Micaela, por el amor del cielo, deja de beber champán y... —calló de golpe al volverse y ver quién tenía tan embobada a su hermana

No lo había visto en cinco años. ¡Cinco años! Aunque no le costó reconocerlo...Pero se dijo que Micaela debía de tener razón,no podía ser él y  menos en esa fiesta. Tenía que ser una ilusión óptica o quizá una pesadilla andante

—¡Es el! —exclamó Micela entusiasmada, apretando el brazo de su hermana. —¡Es Pedro Alfonso, Paula! ¿Puedes creerlo?

No podía creérselo ni quería hacerlo. Tal vez no fuera él, sino alguien muy parecido.
La altura era la misma, pero llevaba el pelo más corto. Los ojos parecían fríos y distantes a pesar de la sonrisa que exhibía mientras lo presentaban a otros invitados. El hoyuelo en la barbilla era el mismo, pero ese hombre tenía una cicatriz que iba desde el ojo izquierdo hasta la mandíbula, alterando la hermosura de su cara.
Recordó que a Pedro lo habían fotografiado con una cicatriz en el lado izquierdo de la cara cuando le dieron de alta del hospital tres meses después del espantoso accidente de coche que había matado a dos de sus colegas.
Meses después del accidente, había regresado a Italia en el jet familiar, lo habían fotografiado al entrar en el hospital y más adelante al subir al avión, aunque desde entonces rara vez se lo había visto en público. Acabada su carrera de piloto, había centrado su atención en las bodegas Alfonso y en apariencia había dejado el estilo de vida de playboy del que tanto había disfrutado en el pasado.


—¿Te acuerdas de aquellos pósteres que tenía de él por toda mi habitación cuando era más joven?

Micaela rió.


Claro que Paula los recordaba... le habían causado escalofríos durante meses después de la noche que había pasado con él. La había aliviado sobremanera que su hermana los quitara para reemplazarlos por los de unos jóvenes actores de Hollywood.

—Es maravilloso, ¿verdad? —musitó Micaela con voz soñadora.
—Encantador —mintió Paula, observando a Pedro, que en ese momento hablaba con su tío Simon.

Tenía un aspecto arrebatador, el cuerpo ágil y evidentemente en forma bajo el esmoquin negro, la camisa blanca como la nieve y la pajarita negra.
¿De verdad podía ser Pedro?
Por el modo en que su mera presencia había atrapado la atención de todas las invitadas, Paula si lo creyó. Simplemente no quería que lo fuera

—Lleva el pelo más corto, por supuesto... Oh, mira, se apoya más en la pierna izquierda... —comentó Micaela con evidente simpatía en la voz cuando su primo Brian siguió presentándoselo a otros miembros de la familia que habían realizado el viaje para la boda del día siguiente.
—No olvides que sus piernas quedaron destrozadas en el accidente de hace cinco años —murmuró Paula ceñuda. Saliendo repentinamente del letargo en el que había caído, enlazó el brazo con el de su hermana—Vamos en busca de más champán.
—¿No sientes curiosidad por saber si es él? —Micaela la miró con expresión burlona.

Eran de estaturas similares, pero Micaela llevaba el cabello corto y el vestido azul hacía juego a la perfección con sus ojos.
—En absoluto —descartó Paula con firmeza, yendo adrede al extremo más alejado de la barra y lejos de donde el hombre parecido a Pedro en ese momento era el centro de atención.

Micaela emitió una risita burlona de afecto mientras esperaban que les rellenaran las copas de champán.

—¡Mi hermana, la mujer que odia a los hombres!
Paula enarcó las cejas
—No odio a todos los hombres... sólo a aquellos que han pasado de la pubertad
—Exacto —Micaela sonrió—Me pregunto si debería ir a saludar a Brian y ver si me presenta a... No, aguarda un momento... —miró por encima del hombro de ella. —Creo que nuestro adorado primo lo trae para que lo conozcamos —el rostro se le iluminó

¡No!

Paula no podía creer que estuviera sucediendo ni siquiera quería mirar al hombre que se parecía a Pedro Alfonso y menos que se lo presentaran...

miércoles, 15 de enero de 2014

Capitulo 6

No supo cómo perdió los vaqueros y las braguitas, y tampoco pudo recordar cómo terminaron en la cama con los cuerpos pegados y las piernas entrelazadas mientras se besaban con ardor, fiereza e intensidad.
Dejó de respirar cuando la mano de Pedro le separó los muslos para tocarla con el dedo pulgar, acariciando el capullo endurecido que anidaba allí. Sus sentidos se saturaron con la profundidad de su excitación, haciendo que alzara las caderas al encuentro de las embestidas de los dedos de él mientras se movían rítmicamente en su interior y Paula estallaba en un espasmo tras otro de placer no imaginado y en apariencia interminable.
Pedro se situó encima de ella y penetró su cuerpo aún trémulo hasta reclamarla por completo. Comenzó a moverse dentro de ella con embestidas pausadas y medidas que luego incrementó en profundidad. Paula fue a su encuentro mientras, para su asombro, sentía una nueva liberación crecer en ella por segunda vez en pocos minutos.

Sus ojos se abrieron mucho a medida que dicha liberación aumentaba, el placer tan hondo ya que le resultó casi doloroso mientras él aminoraba adrede las embestidas de la erección que la invadía por completo y la retenía ante el precipicio, negándose a soltarla mientras observaba su placer.

—¡Por favor! —jadeó ella mientras el cuerpo le ardía y anhelaba el orgasmo. —¡Oh, Dios, por favor!

Siguió contemplándola al tiempo que ahondaba los embate y los hacía más duros y rápidos, la cara acalorada por su propio placer, antes de que el segundo orgasmo de Paula lo arrastrara también hacia el abismo.
Pedro cerró los ojos por la fuerza de su orgasmo y sus caderas siguieron moviéndose contra Paula mucho después de haberse vertido por completo mientras permanecía dentro de ella y el placer aún rompía sobre él.


***Al final, cuando ya no pudo soportarmás, cuando le pareció como si fuera a morirse por la intensidad del acto si no paraba, se derrumbó con suavidad sobre los pechos de Paula.Se volvió sólo para cubrirlos a ambos con el edredón antes de sumirse en un sueño profundo con los cuerpos aún unidos.

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—Es hora de despertar, Paula.

 Ésta ya había despertado hacía unos minutos y trataba de reconciliarse con quién se encontraba allí.

Pedro Alfonso...

Sólo pensar en su nombre conjuraba imágenes de la noche que acababan de pasar.Había despertado de madrugada y lo había descubierto una vez más dentro de ella, mirándola en silencio. Paula había respondido con un movimiento lento y lánguido de los muslos mientras las bocas se fundían en un beso.
La segunda vez que habían hecho el amor había sido más intensa incluso que la primera.

Pero despertar sola en la cama enorme unos momentos antes, con el sonido de la ducha en el cuarto adyacente indicándole dónde se encontraba Pedro, hizo que en vez de sentir la euforia feliz que debería haber experimentado después de semejante noche de puro placer, se sintiera llena de una sensación de incertidumbre.
La noche anterior había hecho el amor con Pedro Alfonso. El mejor piloto de Fórmula Uno y campeón de dicha categoría, playboy, hijo y heredero del negocio y del imperio vinícola de los Alfonso.Mientras que ella era la hija mayor de un médico rural inglés, licenciada en Arte e Historia.
No sólo eso, sino que sabía que distaba mucho de parecerse a las modelos o actrices altas, rubias y de piernas largas con las que solía verse a Pedro en las fiestas o estrenos. 
Las revistas del corazón mostraban constantemente fotos de él con esas mujeres, la más reciente con Samantha Childe...

¡No tenían nada en común!

(Fuera del dormitorio, desde luego...)

A la fría luz del amanecer, se ruborizó hasta la raíz del cabello revuelto mientras revivía cada una de las caricias íntimas de la noche anterior.

—¿Paula? —repitió Pedro al sentarse en el borde de la cama. —Despierta, para que pueda despedirme bien.

¿Despedirse?

Abrió los ojos al tiempo que giraba la cabeza para mirarlo, agradeció que su desnudez estuviera protegida por la sabana al verlo vestido con un polo negro que resaltaba la anchura de sus hombros y de su torso y unos vaqueros de cadera baja con el pelo aún mojado por la ducha que acababa de darse.
El sonrió con gesto burlón mientras la miraba fascinado de nuevo por su belleza. Por lo pequeña y voluptuosa que era, por lo entregada...

Sintió que el cuerpo se le agitaba al recordar lo bien que ella había respondido una y otra vez durante la velada anterior.
Alargó la mano y le apartó el cabello oscuro de la frente al tiempo que se reclinaba para darle un beso lento lamentando tener que ponerle fin ahí

—De verdad que me tengo que ir ahora Paula, o llegaré tarde al circuito de Silverstone murmuró con voz ronca Pero te llamare más tarde ¿de acuerdo?

—De acuerdo susurró ella

Pedro se levantó a regañadientes tan consciente del paso de los minutos como de la desnudez de Paula bajo la sabana sabiendo que debía distanciarse de la tentación que representaba.

Mi ama de llaves te pedirá un taxi cuando estés preparada para irte. Como no puedo llevarte yo mismo a casa te he dejado algo de dinero sobre la cómoda para que lo pagues añadió con ligereza recordando que hacía muy poco que ella había dejado de ser una estudiante.

 Paula frunció levemente el ceño.

—Eso no será necesario.

—Paula.. —él mismo frunció el ceño al no poder leer ningún pensamiento detrás de esos ojos violetas.

—Está bien Pedro—aseveró sin querer revelar la tristeza que la embargó ante la súbita marcha de él.

—Te llamaré luego —repitió Pedro con firmeza.

Se inclinó otra vez para besarla antes de girar con el fin de marcharse. Pero se detuvo un momento en la puerta.

—Tómate tu tiempo... no hay prisa para que te marches.

Dijo para luego marcharse dejándola sola en aquella habitacion...




Hoy dos caps, van dedicados a @soloosoiimica ! me acorde de algo q te habia dicho y bueno jajajaja

Capitulo 5

Era una locura, ¡Una absoluta y deliciosa locura!


—Quiero poder mirarte mientras te hago el amor, Paula—le explicó de pie muy cerca de ella pero sin tocarla. —¿Me lo permitirás? —la animó con voz ronca —Me desvestiré primero si así te sientes más cómoda…

¡Dios, sabía que ella quería mirarlo en toda su desnuda gloria!

—Por favor hazlo suplicó sin aliento.


Pedro encendió la lámpara de la mesilla y la habitación quedó bañada con un resplandor dorado luego comenzó a desabotonarse la camisa negra. Ella tenía la vista clavada en los movimientos de las manos largas y elegantes mientras soltaban los botones y la seda se abría y revelaba la dureza del pecho de Pedro, cubierto con vello negro que iba espesándose al llegar al ombligo y desaparecer bajo de la cintura de los pantalones a medida.
Fue el instinto, la compulsión lo que hizo que alargara la mano y le tocara el torso que sintiera la tensión de su piel bajo las yemas de los dedos. Esa piel estaba encendida, casi febril, y los músculos se contrajeron cuando subió las manos para quitarle la camisa por los hombros antes de dejarla caer al suelo alfombrado. Pedro era tan hermoso como el ángel por el que había sido bautizado y sus ojos lo observaron con un fuego codicioso.

Quería ver más. ¡Quería verlo todo!

Las manos le temblaron levemente al bajarle despacio la cremallera de los pantalones. Los dedos rozaron su erección por encima de los calzoncillos negros y le oyó contener el aliento. La mano de él apretó la suya contra esa masculinidad.


—Siente cuánto te deseo, Paula —soltó con intensidad— ¡Siéntelo!


<<A partir de esta parte y hasta la mitad del próximo capitulo hay escenas con contenido sexual, si no quieren leer simplemente pasenlo hasta llegar a la parte donde aparecen tres "*" >>

Nunca se sintió más segura de algo en la vida mientras con movimiento lento y deliberado bajaba la última prenda y liberaba la erección palpitante. Cuando lo tocó, notó que estaba increíblemente duro.
Pedro sintió que el control se le escapaba y gimió con suavidad, cerró los ojos y apretó la mandíbula a medida que su placer se centraba por completo en la caricia de los dedos de Paula. El egoísmo lo impulsó a desear que las caricias prosiguieran hasta la placentera conclusión pero por encima de eso, anhelaba verla, tocarla con la misma intimidad. No apartó la vista de ella mientras daba un paso atrás para sujetar el bajo del fino jersey y alzarlo lentamente por encima de sus pechos y luego de la cabeza antes de sumarlo al montón de prendas que había en el suelo.Contuvo el aliento al observar la firmeza de esos senos, con los pezones de un rosa profundo y una cintura tan esbelta que intuyó que podría abarcarla con las manos.
Se inclinó lentamente para besar esos pechos y pasó la lengua por un pezón antes de introducírselo en la boca.

Paula estaba perdida. Total y completamente perdida mientras con las manos pegaba la cabeza de Pedro contra su pecho y notaba cómo el placer creado por esa lengua y esos labios rompían sobre ella, en oleadas oscuras y sensuales y luego se acumulaba en la unión de sus muslos. Un anhelo que Pedro ayudó a mitigar al posar la palma de la mano allí con una leve presión. Jadeó débilmente cuando él encontró el centro de su excitación.

lunes, 13 de enero de 2014

Capitulo 4

—¿Te gusta?

—Mmm.

—¿Te apetece más?

—Por favor.

—Acércate un poco, entonces. Ahora extiende la mano.


Alzó la mano que sostenía la copa para dejar que Pedro le sirviera más champán mientras estaba sentada en el sofá a su lado, notando al mismo tiempo que él no había probado el espumoso desde que depositara su copa en la mesita que tenían frente a ellos. Se hallaban en el salón de la parte delantera de la casa en la primera planta, bien alejados de la ruidosa fiesta que continuaba abajo.


—¿Tú no bebes? —señaló en un esfuerzo por ocultar el temblor de su mano al volver a llevarse la copa a los labios y tomar un sorbo del delicioso champán rosado.


Él movió la cabeza, con el brazo en el respaldo del sofá mientras jugaba con los mechones sedosos del cabello de ella.


—Mañana tengo una sesión de pruebas y jamás bebo si voy a conducir al día siguiente.

—No deberías haberte molestado en abrir una botella sólo para mí.

—No es sólo para ti —le aseguró Pedro, introduciendo el dedo en la copa de ella antes de pasarlo levemente por la oreja y la línea de la mandíbula de Paula. —He dicho que no bebo antes de conducir, no que no pretenda disfrutar de su sabor —musitó sobre el lóbulo de su oreja mientras con los labios seguía el sendero marcado por el champán y la lengua quemaba la piel sensible.


La combinación de Paula y el espumoso le resultó más embriagadora para los sentidos que beberse una botella entera. Su piel era suave al tacto y su sabor dulce le transmitió el calor al cuerpo hasta que todo él palpitó con la necesidad de tocarla más íntimamente.
La miró a los ojos mientras volvía a introducir el dedo en el líquido antes de abrir otro sendero por el mentón, la delicada curva del cuello, el nacimiento expuesto de los pechos, siguiéndolo casi de inmediato con los labios.
Paula se retorció de placer cuando el calor de la boca de demoró en sus pechos.


—Pedro...

—Déjame, Paula —pidió con voz ronca—Deja que te bañe en champán para poder beber de tu cuerpo —posó la palma de su mano en la mejilla de ella y movió el dedo pulgar sobre la boca entreabierta —¿Me permitirás hacerlo?


Paula supo que había aceptado exactamente el rumbo que seguía la situación en cuanto había acordado acompañar a Pedro al salón privado adjunto a su dormitorio, aunque agradecía que la puerta de la habitación hubiera permanecido cerrada, ya que en caso contrario podría haber sentido pánico mucho antes.
Aunque tuvo que reconocer que más que pánico, lo que la embargaba era un delicioso temblor de expectación. La sola idea de Pedro vertiendo champán sobre su cuerpo totalmente desnudo antes de lamer despacio cada gota bastaba para que cada centímetro de su cuerpo hormigueara con una percepción que de pronto hizo que la poca ropa que llevaba pareciera que le apretara y la limitara.


—Siempre y cuando yo pueda hacer lo mismo—hundió el dedo en el champán antes de pasarlo con gesto sensual por los labios levemente separados de él —¿Puedo? se detuvo con la boca a unos centímetros de la de Pedro escudriñando los ojos castaños.

—Por favor hazlo—la animó.


Lo que le faltaba en experiencia esperaba compensarlo con el gozo de que le proporcionaran la libertad para explorar la esculpida perfección de la boca de Pedro del mismo modo que lo había hecho él. Notó que contenía el aliento cuando le mordisqueaba el labio y con la lengua lamía lentamente el champán embriagador, el enterró los dedos en su cabello y cuando los cerró, supo que la caricia que le estaba dando a su labio lo excitaba tan profundamente como a ella.
Con cada lametón el cuerpo de Pedro se endureció más y el palpitar que dominaba sus muslos se transformó en una exigencia urgente. De hecho no estuvo seguro de poder llegar al dormitorio antes de quitarle la ropa al cuerpo deliciosamente receptivo de Paula y penetrarla.
Se retiró con brusquedad y se levantó con una mano extendida.


—Ven conmigo, Paula—invitó al recibir una expresión insegura.


Siguió mirándola mientras ella posaba la mano en la suya y se incorporaba con fluidez los pechos agitados bajo el jersey.Era diminuta, delicada y Absolutamente deseable.
Sintió que los músculos abdominales se le contraían con la potencia de ese deseo. Sin soltarle los dedos recogió la botella de champán con la otra mano y en silencio marcharon hacía el dormitorio.


—Por favor no... protestó ella con timidez cuando Pedro hizo el ademán de encender la luz de la mesilla.


Tenía una cama con dosel, una verdadera antigüedad y sabanas de brocado dorado.
Se dijo que sin importar lo antiguas que fueran, seguía siendo una cama, la que en breve tiempo sin dudas estaría compartiendo con Pedro Alfonso...




sábado, 11 de enero de 2014

Capitulo 3

—Ven, Paula—quitó la mano de su barbilla y la posó en su cintura—¿Tienes alguna preferencia de champán?

—¿Preferencia? —repitió—El champán era champán ¿no?
—¿Blanco o rosado? —explicó él.
—Eh... rosado será perfecto—siendo estudiante lo que había determinado su elección de vinos era que no costaran mucho—¿Seguro que no prefieres que nos reunamos con los invitados? —titubeó en el pasillo, desconcertada por que quisiera pasar tiempo con ella...
—Estoy muy seguro, Paula—la hizo girar en la curva de su brazo hasta dejarla de cara a él—Pero quizá tú prefieras regresar con tus amigos.

Tragó saliva cuando Pedro no hizo esfuerzo alguno en ocultar la intensa sensualidad que ardía en sus ojos.

—No… yo —calló al darse cuenta de que su voz sonaba varias octavas más alto que lo normal—No, creo que me gustará más beber champán contigo.

Los ojos oscuros de el centellearon con satisfacción al alzar las manos para enmarcarle el rostro antes de bajar despacio la cabeza y tomar posesión de su boca. Emitió un gemido ronco cuando Paula cedió a la tentación y abrió los labios para invitarlo a entrar, ella experimentó una sensación leve de mareo debido al torrente ardiente de deseo que la recorrió. Los pechos se le pusieron firmes y le palpitaron e instintivamente trató de frotarse contra la dureza del torso de Pedro, la fricción le aporto cierto alivio al tiempo que sentía que el deseo se concentraba entre sus muslos.

Cuánto lo deseaba. Jamás pensó que se pudiera desear tanto a un hombre... y el ardor del beso la dureza de los muslos de él contra los suyos le indicó que dicha necesidad era recíproca.
Pedro jamás había probado algo tan dulce cómo la boca de Paula, nunca había sentido algo tan exuberante y perfecto mientras le acariciaba las caderas y luego le coronaba el trasero para pegarla a él y acomodar la erección contra su estomago liso. Quebró el beso para mirarla, esos hermosos ojos verdes eran tan oscuros que apenas podía distinguir las pupilas, tenía las mejillas acaloradas y los labios inflamados por el beso... estaba aun más tentadora. Sentía los pechos firmes contra su torso y los pezones duros contra la fina tela de su camisa.

—Ve. ¡Antes de que pierda el poco sentido común que me queda y te haga el amor aquí en el pasillo! —la hizo girar en la dirección del cuarto de baño que había estado buscando. —Regresaré en dos minutos con el champán y las copas.

Paula se sentía completamente aturdida y desorientada al entrar en el cuarto de baño, cerrar la puerta y apoyarse contra ella. Tenía veintiún años y en los últimos cinco o seis años había salido con docenas de chicos ¡pero nunca antes había conocido algo tan letal o potente como los besos de Pedro.
Se irguió para mirarse en el espejo que había sobre el lavabo. Las mejillas le brillaban por la calidez de la excitación, tenía la boca inflamada y entreabierta como en un gesto de invitación. Los ojos tenían un tono verde intenso y las pupilas estaban inmensas.
En cuanto a sus pechos... Si tuviera algo de sensatez se marcharía de inmediato, si tuviera algo de voluntad, se obligaría a irse.


Pero supo que no iría a ninguna parte que no fuera de regreso a los brazos de Pedro Alfonso...




Dos caps por hoy :) van dedicados a la tía de mi futuro novio @pachuchitadpyp :D jajajaj. Gracias a todos por leer <3

Capitulo 2

—Tienes los ojos más hermosos que he visto en mi vida.

 La voz sonó ronca y baja, como si fuera consciente de que cualquier otra cosa rompería el hechizo que los rodeaba.

—Tú también —musitó Paula, tenía el pecho agitado por el esfuerzo que hacia para respirar.

El emitió una risa ronca antes de que su mirada se tornara más intensa e inquisitiva.

—¿Has venido con alguien?

Ella parpadeó, tratando de pensar.

—Yo... estoy con un grupo de amigos —movió la cabeza con timidez mientras los ojos de él la obligaban a responder. Ignacio es el sobrino de uno de tus mecánicos.

—¿Es tu novio? —su voz proyectó un leve tono cortante ausente momentos antes.

—¡Cielos, no! —negó con una sonrisa y el cabello le cayó sobre los pechos. —Sólo vamos juntos a la universidad. Espero que no te importe que Nacho trajera a algunos de sus amigos —frunció el ceño. —Su tío dijo que...

—No me importa —cortó el para tranquilizarla. —Veo que tienes ventaja, ya que conoces mi nombre... —sonrió, a la espera.

Ella se ruborizó levemente.

—Soy Paula—repuso con voz ronca. Pero todo el mundo me llama Pocha.

Pedro no supo si quería formar parte de «todo el mundo» en lo concerniente a esa mujer tan fascinante. Enarcó una ceja.

—¿Eres italiana?

—No —rió suavemente, mostrando unos dientes pequeños y blancos. —Mi madre le permitió a mi padre, que es médico, elegir los nombres de mi hermana pequeña y el mío,Paula y Micaela cuando mi hermano nació hace seis años, le tocó elegir a mi madre. Eligió Gonzalo. 


Sus nervios opacaron su capacidad de pensar con coherencia sintiendo los dedos de él en su barbilla.


—¿Has dicho que vas a la universidad?

—Iba —corrigió con pesar. Acabé el mes pasado.

Eso le reveló que tendría unos veintiuno o veintidós años.

—¿Que estudiabas?

—Arte e Historia

—¿Con vistas a enseñar, quizá?

—La verdad es que aun no estoy segura. Espero algo que abarque ambas cosas se encogió de hombros con su altura superior, el movimiento le brindó a Pedro un vistazo de la plenitud de sus pechos.



No recordaba haberse sentido tan instantáneamente atraído alguna vez por una mujer. Era consciente de cada músculo y tendón de su propio cuerpo y de los de ella. Potenciaba una necesidad y un apetito interiores que demandaban que esas curvas esbeltas, se acoplaran contra los planos duros de su cuerpo. Íntimamente.
Ella emitió una risa nerviosa al ver como los ojos de él se habían oscurecido.


—Si me disculpas, creo que iré en busca del cuarto de baño...

—Es el siguiente cuarto a éste, a la derecha—interrumpió él sin soltarle la barbilla En tu ausencia, sugiero ir a buscar una botella de champán y unas copas y que luego localicemos un sitio más cómodo donde continuar esta conversación ¿te parece?


¿Qué conversación? ¡Estaba segura de que Pedro Alfonso no quería oír más sobre su licenciatura en Arte e Historia o su familia


—¿No deberías volver con tus invitados? —frunció el ceño.

Rió con leve perversidad.

—¿Suena como si me echaran de menos?

La fiesta sonaba más ruidosa y más descontrolada que nunca, lo cual costaba creer, pues varios invitados ya se habían desnudado y arrojado a la piscina antes de que ella fuera en busca de un cuarto de baño. La fiesta daba la impresión de estar fuera de control de un modo que la incomodaba.
Le había parecido divertido cuando Ignacio Davies había invitado a algunos de sus ex compañeros de estudios a la fiesta en Surrey, hogar de Pedro, había representado una oportunidad de mezclarse con los ricos y famosos.



jueves, 9 de enero de 2014

Capitulo 1

La fiesta es afuera, junto a la piscina.

Paula se quedó paralizada en el umbral, mirando las sombras de la habitación no iluminada a la que había entrado por error... un estudio o una sala, a juzgar por las librerías y el escritorio. Apretó la mano sobre el picaporte cuando al fin vio la silueta de la figura grande e imponente sentada detrás del escritorio.
El hombre se hallaba completamente inmóvil, y esa misma quietud representaba un eco del desafío y el peligro en el tono de su voz. Por la luz que entraba desde el pasillo a su espalda, pudo vislumbrar el pelo castaño,unos hombros anchos y el pecho poderoso cubiertos por una especie de polo oscuro...

Tragó saliva antes de hablar.

—Buscaba el cuarto de baño...

—Como puedes ver, no es este —respondió él con voz divertida y algo de acento. Al hablar, la tensión desapareció y se reclinó en el sillón, con la cabeza ladeada mientras estudiaba la silueta del umbral. —O quizá no puedes ver...

Paula apenas dispuso de tiempo para darse cuenta de que la voz ronca le sonaba vagamente familiar cuando oyó el clic de un interruptor, una luz iluminó el escritorio con un resplandor suave y cálido y de inmediato reconoció al hombre sentado detrás.

¡Pedro Alfonso!

Sintió que el corazón le daba un vuelco al mirar al hombre tan atractivo que tenía ante ella. Pelo castaño y los ojos de color miel, la piel cetrina exhibía una nariz recta y aristocrática, pómulos altos, una boca carnosa y sensual, un mentón cuadrado y arrogante suavizado únicamente por el leve hoyuelo que lucía en el centro.
Era la cara por la que miles, no, millones de mujeres del mundo suspiraban. Soñaban ¡Babeaban!

Italiano de nacimiento, Pedro Alfonso era con veintiocho años el actual campeón de la Formula Uno que ya iba por el quinto mes de la nueva temporada. Aparte de ser favorito de ricos y famosos a ambos lados del Atlántico, era hijo único y heredero de Marco Alfonso, presidente de los negocios y del imperio vinícola de los Alfonso con viñedos en Italia y los Estados Unidos.
Mientras por su cabeza pasaban todas esas cosas también fue consciente de que esa casa en la campiña de Surrey era el hogar inglés de Pedro y que en realidad el era el anfitrión de la ruidosa fiesta que tenía lugar junto a la piscina. Entonces... ¿que hacia ahí sentado en la oscuridad?

 Se humedeció los labios.

—Lamento muchísimo haberte molestado. De verdad andaba buscando el cuarto de baño—sonrió con timidez. Qué terrible que la primera y probablemente única vez que pudiera hablar con Pedro Alfonso fuera porque necesitaba encontrar el cuarto de baño.

Pedro realizó un estudio minucioso de la mujer mediana y de cabello rubio de pie en el umbral de su estudio. Una mujer joven en absoluto parecida a las morochas altas de piernas kilométricas con las que solía salir... "ni la traicionera Samantha" dijo para sus adentros.

Ella tenía el cabello largo y lacio que le caía suavemente sobre los hombros. La frente se la cubría un flequillo que resaltaba el rostro con forma de corazón pálido y suave como el algodón.. dominado por un par de ojos de un inusual tono verde como jamás habia visto. Los labios carnosos resultaban sensuales e invitadores.
Bajó la vista al suave jersey de lana que llevaba del mismo tono verde que sus ojos. Los dos botones superiores estaban abiertos y revelaban el inicio de unos pechos asombrosamente plenos... y si no se equivocaba desnudos bajo la fina lana, lo que hacía que su cintura esbelta lo pareciera aun más en comparación. Las caderas estrechas y las piernas quedaban perfectamente definidas por unos vaqueros ceñidos.
No la conocía, pero deseaba corregir eso...

Paula dio un involuntario paso atrás cuando Pedro Alfonso se levantó y reveló que llevaba una ceñida camisa de seda negra que caía con fluidez sobre los músculos duros de sus hombros y pecho, tenía los puños arremangados hasta debajo de los codos mostrando unos antebrazos ligeramente sombreados por un vello negro.
Medía como mínimo veinte centímetros más que su metro setenta y de inmediato dominó el espacio a su alrededor. Con cierta alarma Paula comprendió que le era imposible moverse mientras ese alto italiano cruzaba la estancia con pasos felinos y se detenía a unos centímetros de ella. De inmediato el ruido de la fiesta desapareció y sólo pudo oír a Pedro.
Al descubrir que se hallaba como en una bruma, incapaz de apartar la vista de la belleza de su cara, pensó que se había equivocado. Pedro Alfonso no era atractivo, era, sencillamente, ¡hermoso!. Pudo sentir el calor que emanaba del cuerpo de él, oler la loción para después del afeitado, la fragancia masculina que invadió y reclamó sus sentidos, llenándola con un letargo cálido y la necesidad de acercarse a esa embriagadora masculinidad.

En el último instante tuvo que alzar la mano para evitar que su cuerpo se pegara al de Pedro. Cerró los dedos sobre la seda negra de la camisa de él y sintió el batir regular del corazón contra las yemas de sus dedos.

¿Qué le estaba pasando? Jamás reaccionaba de esa manera con los hombres. Al menos, nunca antes lo había hecho...
Se quedó paralizada cuando él alzó una de esas manos elegantes y tan diestras en el manejo de un volante a velocidades vertiginosas y le tomó el mentón, mientras con el dedo pulgar le acariciaba el labio inferior.
El calor hormigueante que experimentó bajó por su cuerpo y se asentó con ardor entre sus muslos...



Primer cap de esta "mini" novela adaptada :) si quieren que se las pase diganme o comenten con su tw aca :D gracias por leer.

miércoles, 8 de enero de 2014

Introduccion

Una noche,un bebe,un matrimonio.El millonario Italiano Pedro Alfonso era famoso por sus proezas en la habitación y... Paula Chaves fue incapaz de resistirse a la tentación de la noche que el le ofrecía.

Cinco años después, Paula vivía sola labrándose una vida para su pequeño hijo y para ella. Jamás pensó que volvería a ver a Pedro, hasta que lo hace y pudo darse cuanta que el había cambiado. El cuerpo de Pedro estaba lleno de cicatrices pero el deseo que sentía por Paula  no había cambiado y sabiendo que tenía un hijo, la deseaba más que nunca...



Empiezo una nueva novela y acá les dejo la pequeña introducción. Espero que les guste :)