lunes, 13 de enero de 2014

Capitulo 4

—¿Te gusta?

—Mmm.

—¿Te apetece más?

—Por favor.

—Acércate un poco, entonces. Ahora extiende la mano.


Alzó la mano que sostenía la copa para dejar que Pedro le sirviera más champán mientras estaba sentada en el sofá a su lado, notando al mismo tiempo que él no había probado el espumoso desde que depositara su copa en la mesita que tenían frente a ellos. Se hallaban en el salón de la parte delantera de la casa en la primera planta, bien alejados de la ruidosa fiesta que continuaba abajo.


—¿Tú no bebes? —señaló en un esfuerzo por ocultar el temblor de su mano al volver a llevarse la copa a los labios y tomar un sorbo del delicioso champán rosado.


Él movió la cabeza, con el brazo en el respaldo del sofá mientras jugaba con los mechones sedosos del cabello de ella.


—Mañana tengo una sesión de pruebas y jamás bebo si voy a conducir al día siguiente.

—No deberías haberte molestado en abrir una botella sólo para mí.

—No es sólo para ti —le aseguró Pedro, introduciendo el dedo en la copa de ella antes de pasarlo levemente por la oreja y la línea de la mandíbula de Paula. —He dicho que no bebo antes de conducir, no que no pretenda disfrutar de su sabor —musitó sobre el lóbulo de su oreja mientras con los labios seguía el sendero marcado por el champán y la lengua quemaba la piel sensible.


La combinación de Paula y el espumoso le resultó más embriagadora para los sentidos que beberse una botella entera. Su piel era suave al tacto y su sabor dulce le transmitió el calor al cuerpo hasta que todo él palpitó con la necesidad de tocarla más íntimamente.
La miró a los ojos mientras volvía a introducir el dedo en el líquido antes de abrir otro sendero por el mentón, la delicada curva del cuello, el nacimiento expuesto de los pechos, siguiéndolo casi de inmediato con los labios.
Paula se retorció de placer cuando el calor de la boca de demoró en sus pechos.


—Pedro...

—Déjame, Paula —pidió con voz ronca—Deja que te bañe en champán para poder beber de tu cuerpo —posó la palma de su mano en la mejilla de ella y movió el dedo pulgar sobre la boca entreabierta —¿Me permitirás hacerlo?


Paula supo que había aceptado exactamente el rumbo que seguía la situación en cuanto había acordado acompañar a Pedro al salón privado adjunto a su dormitorio, aunque agradecía que la puerta de la habitación hubiera permanecido cerrada, ya que en caso contrario podría haber sentido pánico mucho antes.
Aunque tuvo que reconocer que más que pánico, lo que la embargaba era un delicioso temblor de expectación. La sola idea de Pedro vertiendo champán sobre su cuerpo totalmente desnudo antes de lamer despacio cada gota bastaba para que cada centímetro de su cuerpo hormigueara con una percepción que de pronto hizo que la poca ropa que llevaba pareciera que le apretara y la limitara.


—Siempre y cuando yo pueda hacer lo mismo—hundió el dedo en el champán antes de pasarlo con gesto sensual por los labios levemente separados de él —¿Puedo? se detuvo con la boca a unos centímetros de la de Pedro escudriñando los ojos castaños.

—Por favor hazlo—la animó.


Lo que le faltaba en experiencia esperaba compensarlo con el gozo de que le proporcionaran la libertad para explorar la esculpida perfección de la boca de Pedro del mismo modo que lo había hecho él. Notó que contenía el aliento cuando le mordisqueaba el labio y con la lengua lamía lentamente el champán embriagador, el enterró los dedos en su cabello y cuando los cerró, supo que la caricia que le estaba dando a su labio lo excitaba tan profundamente como a ella.
Con cada lametón el cuerpo de Pedro se endureció más y el palpitar que dominaba sus muslos se transformó en una exigencia urgente. De hecho no estuvo seguro de poder llegar al dormitorio antes de quitarle la ropa al cuerpo deliciosamente receptivo de Paula y penetrarla.
Se retiró con brusquedad y se levantó con una mano extendida.


—Ven conmigo, Paula—invitó al recibir una expresión insegura.


Siguió mirándola mientras ella posaba la mano en la suya y se incorporaba con fluidez los pechos agitados bajo el jersey.Era diminuta, delicada y Absolutamente deseable.
Sintió que los músculos abdominales se le contraían con la potencia de ese deseo. Sin soltarle los dedos recogió la botella de champán con la otra mano y en silencio marcharon hacía el dormitorio.


—Por favor no... protestó ella con timidez cuando Pedro hizo el ademán de encender la luz de la mesilla.


Tenía una cama con dosel, una verdadera antigüedad y sabanas de brocado dorado.
Se dijo que sin importar lo antiguas que fueran, seguía siendo una cama, la que en breve tiempo sin dudas estaría compartiendo con Pedro Alfonso...




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