miércoles, 29 de enero de 2014

Capitulo 11

Durante semanas había estado esperando ese viaje a San Francisco. Pero volver a ver a Pedro, saber que asistiría al día siguiente a la ceremonia, lo había convertido en una prueba dura que ni siquiera sabía si quería superar.

Pero tampoco sabía cómo librarse...

Pedro observó las emociones que aparecieron en el hermoso rostro de Paula y adivinó el motivo de esa expresión de vacilación.


—¿También han venido tus padres y tu hermano? —pregunto.
—Sí —confirmo ella.


Le dedicó una sonrisa implacable.


—Y al igual que tu hermana, no saben que tu y yo ya nos conocíamos —aseveró.
—No—suspiró.


El inclinó la cabeza con gesto burlón.


—Y prefieres que siga de esa manera.


Paula lo miró con ojos entornados.


—No entenderían que pasamos la noche juntos hace cinco anos

—Si yo no lo entiendo, cómo iban a hacerlo ellos—exclamó —Aquella noche hice algo totalmente alejado de mi personalidad —reiteró como si recordara lo ingenua que había sido.


Casi sintió simpatía por ella al notar cómo le temblaban las manos mientras cerraba los dedos en torno a la copa que tema delante. 
Se encogió de hombros, olvidando la simpatía.

Estoy seguro de que todos tenemos cosas en nuestro pasado que desearíamos que no hubieran sucedido.


Vio su mirada dura y la mueca desdeñosa de sus ojos. Tragó saliva antes de hablar.


—Entonces ¿los dos estamos de acuerdo en que sería mejor para todos que ambos olvidáramos nuestra pasada relación? —adrede empleo la descripción usada por él


La sonrisa que le dedicó no mostró ningún humor.


—Ojalá fuera tan sencillo,Paula.



Ojala... Pero no lo era. Ella mejor que nadie lo sabía.

A pesar de lo mucho que detestaba volver a ver a Pedro de esa manera también le daba gracias a Dios de que el primer encuentro hubiera tenido lugar esa noche. Podría haber sido mucho más desastroso si hubiera acontecido en la boda al día siguiente, se irguió y dejó la copa de champán para no arriesgarse a que se le escabullera de los dedos.


—Hagamos que sea sencillo Pedro—ofrecióAcordemos mantenernos alejados durante mi estancia en San Francisco por suerte solo serían tres días más, ya que su padre tenía que volver a su consulta.

—Un baile juntos Paula, y es posible que tome en consideración tu sugerencia —murmuró con voz ronca.


Ella abrió mucho los ojos.


—¿Un baile?
—Sí, ya ha empezado el baile —señaló con sequedad.


Ella pareció confusa.


—¿Quieres bailar conmigo?
—¿Por qué no? —preguntó con sinceridad.


Ella palideció...


—Porque... bueno, porque... ¿Puedes bailar? Quiero decir...
—¿Te refieres a mi evidente discapacidad? —soltó con voz áspera y expresión sombría.


Aunque su discapacidad ni se aproximaba a cómo había estado cinco años atrás después del choque había pasado varios meses en una silla de ruedas, después varios y dolorosos meses más aprendiendo a volver a caminar. Que en ese momento tuviera la cicatriz y una leve cojera como únicas señales visibles del accidente de era un milagro.

Paula movió la cabeza con impaciencia.


—¡Estas tan discapacitado como un tigre al acecho!
—Me complace que lo entiendas —gruño... y tuvo la satisfacción de ver el rubor que invadió sus mejillas.Puedo bailar Paula, mientras sea música lenta —concluyo con tono de desafío...

«Lento» gimió para sus adentros.


—En realidad, pensaba en despedirme de los anfitriones e ir a acostarme.
—¿Ha sido una invitación? —agregó con suavidad.
—No, bajo ningún concepto —espetó, indignada por la sugerencia, comprendiendo que era una reacción excesiva ante esa tentación...

1 comentario: