domingo, 30 de marzo de 2014

Capitulo 48

«Cobarde›> le dijo una voz apenas audible y burlona en su interior. Siempre había sabido que Pedro nunca la había amado ni jamás la amaría entonces ¿que importaba que le hablara de lo sucedido cinco años antes?

¡No debería importarle!

Irguió los hombros y con expresión deliberadamente impasible se volvió hacia él, una postura defensiva que estuvo a punto de desmoronarse al ver que la gentileza que había oído en la voz de Pedro se reflejaba en sus ojos.
Maldijo para sus adentros. 

¡No quería su compasión!

Quería su amor. Lo había querido cinco años atrás y en ese momento lo quería aún más, pero si no podía tenerlo desde luego no quería su compasión

Alzo el mentón.

—Adelante —invitó al final con voz tensa.


El siguió mirándola en silencio durante varios segundos, luego inclinó la cabeza con firmeza


—Primero necesito contarte dónde he estado desde que nos separamos ayer por la tarde.
—Dijiste que íbamos a hablar de lo sucedido hace cinco años—cortó con impaciencia.

Pedro suspiró por la interrupción.

—Mis actos desde que nos separamos ayer son relevantes para ese pasado. ¿Te sientas conmigo Paula? —preguntó al ver que su rostro estaba más pálido que nunca y que esa palidez resaltaba aun más las ojeras.



El hecho de que ella aceptara, le indicó cuánto la había perturbado su presencia y la conversación. Lo último que quería era hacerle más daño que el que ya le había causado, sin embargo su sola presencia lo había logrado...


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Se frotó los ojos con gesto cansado. Ella rió.

—¿Es una promesa?
—Si deseas que lo sea sí —le aseguró con pesar.


La desconcertó su docilidad.


—¿Seguro que no te has golpeado la cabeza desde la última vez que nos vimos?
—Muy graciosa.
—Lo intento —bromeó con ligereza.


Ni por un momento lo engañó el intento de ella de establecer una atmosfera superficial. La tensión en torno a sus labios le revelo que era una fachada. Igual que lo era su propia serenidad.


—Paula, cuando estábamos en la isla me preguntaste que sucedió de verdad hace cinco años cuando chocaron tres coches de Formula Uno y como consecuencia de ello dos hombres murieron. ¿Sigues queriendo esa respuesta?
—Sí, por supuesto
—¿Y me creerás si te cuento la verdad?
—Claro que te creeré Pedro—la irritó que lo dudara.


El sonrió fugazmente.


—La investigación oficial declaró que había sido un accidente pero yo sabía y siempre lo he sabido que fue Paulo Descari y no yo el responsable del choque de los tres coches.
—Pero... —se quedó boquiabierta. —¿Fue deliberado?


 Pedro apretó la mandíbula.


—Eso creo, sí.


Lo miró fijamente. ¿Por qué diablos haría algo así Paulo Descari? A menos…


—¿Porque Samantha Childe había decidido que había cometido un error? ¿Qué te correspondía? —comprendió apesadumbrada. —¿Le había contado a Paulo Descari el fin de volver contigo?


Pedro se puso de pie con expresión sombría.


—Me temo que ninguna de esas cosas era posible Paula—repuso— primero porque yo no amaba a Samantha, segundo porque fui yo quien puso fin a la breve relación que tuvimos y no al revés como tan públicamente afirmó Samantha horas después del accidente. Pero si creo que pudo haber provocado a Paulo con nuestra relación —prosiguió —Aquella mañana él intentó entablar una discusión entre los dos y estaba tan cegado por los celos que no me creyó cuando le dije que no albergaba ningún sentimiento por Samantha —volvió a suspirar. —Yo no fui responsable físico del accidente Paula, pero no obstante siempre he sentido cierta culpa, no sólo por mi completa indiferencia hacia Samantha sino porque yo sobreviví y los otros dos hombres no.
—Pero eso es... No tienes motivos para sentirte culpable Pedro—manifestó atónita—tu también podrías haber muerto
—Pero estoy aquí. Contigo —murmuró él.


¿Cuánto tiempo necesitaría Paula para comprender y cuestionarse, después de las cosas que acababa de contarle, la noche que habían pasado juntos cinco años atrás? La vio fruncir el ceño unos segundos y luego lo miró curiosa. El respiró hondo


—Estuve inconsciente durante varios días después del accidente y por eso en su momento no fui capaz de negar o confirmar la afirmación de Samantha de que yo había causado el accidente porque aún la amaba hizo una mueca desdeñosa. Cuando estuve recuperado ya ni me interesó hacerlo —añadió con indiferencia.
—¿Por qué no? —preguntó incrédula. —Sin duda debiste darte cuenta de que las palabras de ella le daban motivos a la gente de seguir albergando dudas a pesar de las conclusiones de la investigación oficial.
—¿También tú tienes motivos para seguir dudando Paula? —preguntó con los ojos entornados.


Ella movió la cabeza con vehemencia.


—No sobre tu inocencia.


Pedro había pensado y esperado que resultara más fácil que lo que estaba siendo. Pero no era así. Desnudar su alma de esa manera, sin tener idea del resultado final resultaba doloroso...




Mañana últimos dos caps (: 



Capitulo 47

—¿Dónde has estado?
—¿Dónde te parece a ti? —respondió Paula con sarcasmo mientras sacaba las bolsas de la compra del maletero del coche. —No te esperaba todavía —agregó cuando él se las quitó de la mano.—Gracias —aceptó con frialdad mientras él llevaba la media docena de bolsas a la cocina. —¿Quieres un café o algo? —comentó sin mirarlo mientras empezaba a sacar la compra.


Pedro la observó con curiosidad y noto las ojeras en sus ojos y la palidez del rostro. Estaba vestida con una camiseta rosa que marcaba la plenitud de sus pechos y unos vaqueros que resaltaban la esbeltez de sus caderas y piernas, con el rostro sin maquillaje,parecía diez años más joven que los veintiséis que tenía.

Apretó los labios al pensar en lo sucedido veinticuatro horas antes


—Yo haré el café. Luego desearía que habláramos.


Ella se puso rígida.


—Espero que no acerca de anoche.


El asintió.


—Entre otras cosas.


Paula movió la cabeza.


—No hay nada que nos quede decir sobre anoche...
—¡Nos queda todo por decir sobre anoche! —la contradijo furioso, tratando visiblemente de controlarse. No permitiré que pongas aún más barreras entre nosotros Paula, si lo prefieres yo hablaré y tu sólo tienes que escuchar.


Lo miró con suspicacia.


—¿Y si no me gusta lo que tengas que decir? —retó.
—Entonces tendré que respetarlo replicó.


Siguió observándolo en silencio unos segundos antes de asentir bruscamente.


—Bien—aceptó—Pero primero prepara el café ¿de acuerdo?


Lo que debería haber sido una escena doméstica relajada fue todo menos eso, ya que era muy consciente de él en todos los sentidos como para poder relajarse. Después de guardar toda la compra y con dos tazas de café sobre la mesa de la cocina no le quedó más alternativa que sentarse a escucharlo.


—¿Y bien? —Instó.


Pedro puso expresión dolida.


—Comprendo que aún sigues enfadada conmigo, Paula, pero no creo haber hecho nada para merecer tu desdén.

La noche anterior mientras daba vueltas en la cama sin poder dormir ella había llegado a la conclusión de que era tan responsable como él de lo sucedido. Que lo deseaba tanto como él había dado la impresión de desearla.

Suspiró.


—No estoy enfadada Pedro—admitió con pesar—Al menos no contigo.


La estudió.


—¿Estas enfadada contigo misma porque ayer hicimos el amor?
—Ayer tuvimos sexo Pedro..
—Hicimos el amor...
—Llámalo como quieras, pero los dos sabemos lo que realmente fue—los ojos le centellearon.


El respiró hondo para controlarse.


—¿No iba a hablar yo y tú te ibas a dedicar a escuchar?
—No si vas a decir cosas con las que no estoy de acuerdo —espetó...
—Me esforzaré en que no sea así —se burló.
—No puedes garantizarlo.


Pedro se encogió de hombros.


—No siempre es posible saber que te va a enfadar.
—Bueno, mientras no hables de lo que paso ayer ni de cualquier cosa que pasara hace cinco años estarás en terreno seguro.

El hizo una mueca.


—Ah.


Ella abrió mucho los ojos.


—¿Piensas hablarme de lo sucedido hace cinco años?
—Sí esa era mi intención.
—Pero... nunca has querido hablar de ello
—La situación ha cambiado... ¿Paula? —preguntó cuando ella se puso bruscamente de pie y le dio la espalda para mirar por la ventana de la cocina. —Por favor Paula—musitó.


La gentileza en el tono de Pedro era como si le estrujara el corazón. Estando en la isla le había pedido que le contara lo acontecido cinco años atrás, en aquel momento realmente había querido conocer la respuesta. Pero en ese instante se sentía tan vulnerable por el amor que acababa de reconocer que sentía por él, que no sabía si podría soportar que le hablara de sus sentimientos hacia otra mujer.


martes, 18 de marzo de 2014

Capitulo 46

—No deberíamos haberlo hecho


Paula se había derrumbado sobre el húmedo torso de Pedro cuando la última onda de placer recorrió su cuerpo pero en ese momento levanto la cabeza y lo miro incrédula.


—¿Que acabas de decir?


Él le devolvió una mirada sombría


—No debería haber hecho eso, Paula..


Lo miró atónita, se separó de golpe de él y tapó su desnudez con la blusa rota antes de ponerse de pie.


—Vete Pedro—espetó
—Paula...
—¡Vete! —repitió con voz trémula volviéndose en busca de las braguitas que logró ponerse en precario equilibrio.


Se preguntó cómo Pedro podía hacerle eso. ¿Cómo?. Lo que ella había considerado algo hermoso absolutamente único se había convertido en algo que deseaba olvidar.

¡Que deseaba que nunca hubiera sucedido!


—¿Quieres vestirte y marcharte Pedro? —él se incorporó lentamente magnifico en su poderosa desnudez. Paula no quiso mirar tanta masculinidad. —No quiero que digas nada, no quiero que hagas nada. Sólo quiero que te vistas y te vayas. Ahora —insistió
—Paula...
—¡Ahora!
—Has malinterpretado mi razonamiento, Paula...
—¡No me toques! —se apartó con brusquedad de las manos que él había apoyado sobre sus hombros.


Pedro frunció el ceño al ver su expresión.


—Mi contacto no pareció resultarte tan desagradable hace unos instantes —musitó.
—Lo mismo que a ti el mío —replicó. —Supongo que los dos nos dejamos llevar por el momento y olvidamos lo demás.
—¿Y que es lo demás? —entrecerró los ojos.
—¿Quieres ponerte algo de ropa? —repitió impaciente. —Me resulta desconcertante hablar con un hombre que está completamente desnudo...
—No soy cualquier hombre Paula, soy tu marido —señaló con aspereza mientras se enfundaba los vaqueros.
—Sé exactamente quién y que eres Pedro —aseveró. —Lo que he querido decir es que el único motivo por el que te casaste conmigo fue Toby...
—Paula...
—¿Se te habría pasado por la cabeza proponerme matrimonio de no haber existido Toby? —desafió.
—Ninguno de los dos sabrá qué habría pasado después de encontrarnos en San Francisco...
—Yo si —repuso con desdén —Dudo mucho que nos hubiéramos vuelto a ver después de lo de San Francisco si no hubieras descubierto la existencia de Toby


Pedro respiró hondo.


—Quizá ahora no sea el momento de mantener esta conversación. Estas perturbada...
—Estoy enfadada Pedro, no perturbada. Conmigo misma añadió — ¡Por caer una vez más en tu rutina de seducción!
—¿Mi rutina de seducción? —repitió incrédulo.


Paula  asintió


—No intentes negarlo—le advirtió —Aun recuerdo la habilidad con la que me sedujiste hace cinco años


El frunció el ceño


—Eso fue hace cinco años, Paula
¡Entonces debes sentirte satisfecho de saber que no has perdido nada de tu habilidad! —espetó


La estudió atentamente, deseando tomarla en brazos, explicarle sus temores por ella...


—Insultarme sólo empeora la situación le dijo con suavidad.
—¿Empeorarla? ¿Puede empeorar? —gritó. —Nos acabamos de arrancar la ropa en un frenesí sexual... y en mi caso, literalmente —bajó la vista a su blusa abierta, cuyos botones estaban diseminados a sus pies No quiero seguir hablando de esto, Pedro —corto — lo único que deseo es que te marches.
—Regresaré mañana...
—¡Por mí no te des prisa! —exclamó ella.
—Necesitamos hablar.
—Dudo mucho que tengas algo que decir que yo desee escuchar—repuso cansada.


Él apretó la mandíbula, estaba tan hermosa, lo único que quería era tomarla en brazos y volver a hacerle el amor una y otra vez.


—No importa, volveré mañana —afirmó con sombría determinación.


Ella enarcó unas cejas burlonas al ver que no hacía esfuerzo en marcharse.


—Espero que no aguardes que te diga que te estaré esperando con los brazos abiertos
—No, no lo espero —le dedicó una sonrisa carente de humor. — la sinceridad es una de las cosas que más me gustan de ti, Paula.
—Una de las pocas, no me cabe duda —aclaro —Si me disculpas ahora, me gustaría darme una ducha y acostarme —«sola», tuvo ganas de añadir. Pero no tenía sentido exponer lo obvio. Alzó el mentón. —Adiós Pedro
—Jamás será un adiós entre nosotros, Paula—aseveró con serenidad.

 «No», aceptó ella apesadumbrada cuando él por fin se fue. Seguirían con esa farsa de matrimonio el tiempo que fuera necesario. El tiempo que Toby lo necesitara.



Continuara.....





Son complicados... ¿no? últimos 4 capitulos :) 

Capitulo 45

Metió los dedos en su cabello mientras la besaba hambriento, encendido separándole los labios y permitiendo que la lengua se sumergiera en el calor de su boca,Paula sabía a miel y también estaba muy excitada.
Moldeó su cuerpo contra él y continuó besándola y reclamándola, extendió la mano sobre su trasero, la presionó contra su erección, la necesidad de poseerla era tan grande que no era capaz de pensar en otra cosa ni sentir nada que no fuera Paula. Retiró la boca de la suya y la posó en la suavidad satinada de su garganta lamiendo, probando, mordisqueando.


—¡Deberíamos para ahora mismo, Paula!
—Sí —convino ella con voz trémula.
—No puedo ser gentil contigo—gimió, sabiendo que era verdad, había esperado demasiado tiempo. ¡La había deseado demasiado tiempo!


Paula ya lo sabía, había sentido la urgencia en el instante en que la tomó en brazos. Una urgencia que también ella experimentaba y que se había desatado en cuanto la tocó. No, incluso antes.Esa percepción física había estado presente todo el día entre ellos, ardiendo justo por debajo de la superficie incluso en las conversaciones más superficiales.

—No me romperé, Pedro —lo animó con el cuello arqueado hacia el calor erótico de la boca de él— Simplemente, no pares, por favor, no pares...


Tembló con añoranza, varios botones de su blusa salieron volando en el momento en que él se la separó para desnudarle los pechos y comenzar a besárselos, a lamerlos, introduciendo un pezón hinchado en el calor de su boca mientras con una mano le masajeaba el otro.
Emitió un sollozo ronco al sentirse atravesada por el placer, que terminó por acumularse como un palpitar volcánico entre sus muslos. Estaba tan inflamada, tan necesitada al pegarse contra la erección de Pedro, que apenas era capaz de pensar con coherencia. El se movió contra ella, una promesa de un placer aún mayor, un placer que no tenía intención de permitir que Pedro les negara a ninguno de los dos. Lo quería dentro, quería observar su cara mientras la embestía con fuerza, quería oír sus gemidos de placer mezclados con los de ella, oír sus gritos cuando alcanzaran juntos esa cumbre.


—Esta vez, no, Pedro—se apartó cuando la mano la mano de él fue a desabrocharle los vaqueros. —Quiero tocarte primero, besarte, todo —añadió con voz ronca al comenzar a desabotonarle la camisa, bajársela por los brazos y dejar que cayera al suelo alfombrado.Eres tan hermoso Pedro —susurró antes de empezar a besarle todas y cada una de sus cicatrices, lamiéndole la piel, probándolo.


Pedro sabía que su cuerpo con cicatrices distaba mucho de ser hermoso, pero dejo de preocuparle todo a medida que los labios y la lengua de Paula lo recorrieron con libertad mientras apoyaba la palma de la mano sobre su erección que respondió de inmediato al movimiento rítmico y lento impuesto por ella.
Habían pasado cinco semanas juntos antes de la boda y dos días a solas en una romántica isla caribeña. Y sin embargo, era en la pequeña casa de Paula, sabiendo que estarían separados varias horas cuando perdió el control.


—Necesito... Paula necesito —calló con un gemido cuando ella le desabrochó los vaqueros y los apartó del camino para poder satisfacer dicha necesidad.

 Su boca estaba caliente al tomarlo y los dedos se cerraron en torno a la extensión de la erección para acariciarlo. Pedro se perdió en el placer de ese ataque dual a sus sentidos. Luchó por mantener el control, un poco más, quería y necesitaba disfrutar de ese momento un poco más, y se prometió para sus adentros que luego se marcharía. Paula lo empujó con gentileza hacía atrás hasta que se dejo caer en un sillón con la cabeza de ella sobre sus muslos cuando se arrodilló ante él.
Sólo unos minutos más de estar en el calor de la boca de Paula, de esa deliciosa lengua que le lamía la extensión de su miembro, de los dedos a su alrededor a medida que instintivamente comenzaba a moverse al mismo ritmo endemoniado.Paula alzó los parpados para mirarlo y adrede no apartó la vista mientras pasaba la lengua con provocación en torno al glande de la palpitante erección.

Lamiendo. Excitando. Probando.

La cara de Pedro estaba acalorada por la pasión, los ojos febriles la mandíbula apretada mientras luchaba por no perder el control.


—¡Basta! —gruño al apartarla aferrándola por los brazos para incorporarla con el fin de poder capturar la boca con la suya.


Ella se sentó a horcajadas sobre él y se besaron salvajemente. Se puso de pie con las bocas aún pegadas, coronó el trasero de Paula con la manos para alzarla con él antes de tumbarla sobre la alfombra alzando la cabeza con el fin de separarle la blusa ya rota y darse un festín con esos pechos desnudos. Primero besó un pezón y luego el otro, ella gimió suavemente cuando la miró y él continuó apretándole y masajeándole los pezones con los dedos, observando cómo se le oscurecían los ojos y se arqueaba hacia la caricia. 
Sin dejar de mirarla, le soltó los vaqueros y se los bajó por los muslos hasta quitárselos por completo separándole las piernas con el fin de situarse entre ellas, le acarició el estomago con lento movimiento circular y descendente hacia las braguitas. Paula respiró entrecortadamente mientras lo observaba tocarla con dedos cálidos y delicados, soltó un gemido cuando esos dedos se posaron sobre su sexo.
Alzó las caderas al encuentro de esa caricia tentadora. El dedo se movió y ella lo siguió.

Otra vez.

Y otra.

La tentaba. Le daba placer. La torturaba.


—¡Si Pedro! —suplicó al final, moviéndose contra él dominada por la frustración.

Le quitó las braguitas y la contempló unos instantes con ojos intensos antes de bajar la cabeza. Primero la tocó con las manos, luego con los labios besó con ternura esa cicatriz que no había tenido hacia cinco años, un placer como nunca antes había conocido irradió de su cuerpo en el instante en que la lengua de él lamió ese capullo palpitante y la lanzó al borde del abismo unos momentos antes de que el clímax rompiera sobre ella con una oleada tras otra de una intensidad tal que parecía dolor.
El placer le había vaciado la mente y soltó el aliento en una especie de sollozo al sentir que Pedro separaba los pliegues sensibles y la penetraba primero con un dedo y luego con dos. Mientras la lengua seguía acariciando ese núcleo anhelante, su cabeza se movió de un lado a otro y cerró las manos cuando él la llevo hasta otro orgasmo incluso más intenso que el primero.

No bastó. ¡Jamás bastaría!

Paula se incorporó y lo tumbó sobre la alfombra para quitarle el resto de la ropa antes de situarse encima de él, apoyando las manos sobre los poderosos hombros a medida que el calor que sentía entre las piernas se convertía en una caricia caliente contra la dureza de la erección.


—No, Paula.. gimió él cuando lo condujo a su interior, centímetro a centímetro, hasta cobijarlo por completo y quedar envuelto en su calor y su estrechez. No debemos hacer...

—Sí—insistió.


Pedro dejó de respirar cuando ella empezó a moverse con una lentitud agónica, sintió que se ponía más duro y grande, incapaz ya de soportar el tormento de esos pechos encima de él, levantó la cabeza y capturó con la boca una de esas cumbres rosadas.Paula lo tomó en toda su extensión antes de levantarse y dejar que sólo el glande permaneciera dentro de ella. Entonces volvió a bajar y a subir, así una y otra vez, por ese entonces, Pedro estaba tan excitado que era como si le tocara el mismo núcleo.
Él le aferró las caderas con las manos y guió sus movimientos al percibir la liberación inminente, y oyó el grito de Paula cuando alcanzó el orgasmo al mismo tiempo que él.

sábado, 15 de marzo de 2014

Capitulo 44

Pedro la miró desafiante.


—¿Contaría para algo si me importara? —gruño.
—¡En absoluto! —espetó con ojos centelleantes.
—Era lo que pensaba. Desayuna algo dulce Paula—le aconsejó. —Te sentirás menos mareada en el helicóptero si has comido —estaba tan hermosa enfadada, con el camisón claro ciñéndose a la exuberancia de su figura curvilínea. Le costó contenerse para no tomarla en brazos.a cambio fue hacia la puerta. Estaré fuera si me necesitas.
—No te necesitaré le aseguró con rotundidad

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¿No dijiste que ibas a marcharte? le recordó Paula horas más tarde después de que Pedro la hubiera llevado hasta su casa y se demorara sentado en el salón.

El largo vuelo en el Jet de los Alfonso había estado libre de incidentes, probablemente porque ninguno de los dos había sugerido que se acercaran al dormitorio situado en la parte de atrás del avión. Deseaba que se fuera, porque como no lo hiciera pronto sabía que cedería a las lágrimas que todo el día habían amenazado con caer.


—¿No vas a ofrecerme al menos una taza de café? —preguntó él.
—Es tarde Pedro y pensé que tenías que irte a alguna otra parte.


El frunció el ceño.


—Yo no dije eso.
—Lo diste a entender.


Sabía muy bien lo que había dado a entender. Pero una vez llegado el momento de separarse de Paula era renuente a hacerlo.


—No estoy seguro de que dejarte aquí sola sea lo más correcto.


Ella rió.


—Llevo dos años viviendo sola Pedro.
—Has vivido aquí con Toby —corrigió con firmeza. —No es lo mismo


Con pesar Paula aceptó para sus adentros que no lo era, de hecho ya era consciente de lo silenciosa y vacía que parecía la casa sin la presencia de su pequeño hijo.


—Ya soy una chica mayor, Pedro seguro que me arreglaré —indicó con ironía.
—Soy bien consciente del hecho de que eres una chica mayor.
—Entonces te sugiero que dejes de tratarme como una niña de seis años y me des el trato de una mujer de veintiséis.


La boca de él reflejó desaprobación...

—¿Mostrar preocupación por tu bienestar es tratarte como a una niña?


Paula movió la cabeza con gesto impaciente.


—¡Me has estado tratando como a una niña! Punto.
—¿Como querrías que te tratara Paula? —soltó, frustrado por esa conversación.


Paula se quedó muy quieta y percibió la repentina tensión en la habitación. Casi podía oír el crepitar de electricidad que fluía entre Pedro y ella...

Tragó saliva.


—Creo que deberías irte.


El también lo creía, de hecho ¡lo sabía! antes de que hiciera algo que luego lamentara. Que ambos pudieran llegar a lamentar...
Paula parecía cansada después del largo viaje, con ojeras en un rostro pálido por la extenuación. No obstante, había una determinación seductora en el ángulo obstinado del mentón, el mismo desafío reflejado en sus ojos y en la postura orgullosa del cuerpo, sintió la palpitación de su erección con sólo mirarla.

 Dejándole bien claro que era hora de marcharse


—Sí debería irme —reconoció con voz ronca.
—Sí.
—Ahora
—Sí
—Paula.. 
—¿Pedro?


Respiró hondo. ´


—Necesito irme
—Hazlo.


Pero en vez de alejarse cruzó el salón en dos zancadas y la pegó a su pecho mientras bajaba la cabeza y reclamaba su boca con una necesidad tan primitiva y antigua como el tiempo. Tan salvaje y primitiva como su fiero y descontrolado deseo de poseer a Paula una vez mas...

Capitulo 43

El desayuno Paula.


Sintió como si luchara a través de capas de niebla para salir de un sueño profundo y atribulado. Hizo una mueca al recordar donde se encontraba.
Una vez más, la noche anterior había fingido que dormía cuando Pedro finalmente fue a la cama dos horas después que ella y los movimientos inquietos de él le habían indicado que tampoco era capaz de conciliar el sueño.
Sin embargo no habían hablado, no se habían tocado, simplemente habían permanecido uno al lado del otro despiertos pero sin comunicarse.


—Se te enfría el café Paula—le comunicó Pedro.


Pudo oler el café, el delicioso aroma de los cruasanes y al final abrió los ojos, frunció el ceño al ver que Pedro se hallaba junto a la cama sosteniendo una bandeja. Ya se encontraba vestido con el pelo mojado por la ducha.

¿Por qué el desayuno en la cama Pedro? —se sentó apoyándose contra las mullidas almohadas, decidiendo que el ataque era la mejor defensa después del modo en que se habían separado la noche anterior.


 Él se encogió de hombros.


—Me pareció algo que un marido debería hacer por su esposa —depositó la bandeja sobre sus rodillas.
—Nunca nadie me había traído el desayuno a la camamusitó incomoda y sin mirarlo.
—Como nos marchamos esta mañana pensé que lo mejor era que comieras algo.
—¿Marcharnos? —cortó incrédula mirándolo —¿Te refieres a que volvemos a Inglaterra?
—Sí —confirmó con una inclinación de la cabeza.


Se sintió absolutamente aturdida mientras lo veía sacar su ropa del armario preparándose para guardarla en las maletas.Había decidido que se marchaban. 
!Después de sólo dos días de luna de miel!


Frunció el ceño, confusa.


—Es algo súbito, ¿no crees?

¿Que diablos iba a pensar su familia si recortaban la luna de miel de esa manera? Especialmente Toby. Pedro vio las dudas que pasaron por el rostro de Paula y movió la cabeza.

—Aquí no eres feliz, Paula.
—Y tú tampoco replicó ella.


Apretó los labios.


—No hablábamos de mí.
—No, ¿verdad? ¿Y por qué Pedro? ¿Por qué nunca puedes darme una respuesta clara y directa a una pregunta también clara y directa?
—Quizá porque las preguntas que formulas no tienen una respuesta directa.


Ella suspiró disgustada


—¡Vuelves a hacerlo!

Pedro era bien consciente de lo que hacía. Pero no podía hablarle a Paula de sus miedos, de su necesidad de irse de la isla antes de poner otra vez en peligro su vida si concebía una segunda vez.


—Si piensas que tu familia puede llegar a preocuparse por nuestro regreso anticipado de la luna de miel, te sugiero que vayas directamente a tu casa. De ese modo nadie tendrá que saber que hemos vuelto.


Paula frunció el ceño.


—¿Qué diferencia hay en que nos escondamos aquí otros cinco días a que lo hagamos en mi casa?


Pedro emitió una risa carente de humor.


—He dicho que tú fueras a tu casa Paula, no que yo pensara reunirme allí contigo.

Ella palideció.


—Ya veo...
—¿Si? —inquirió él con tono sombrío.
—Oh, sí—replicó al colocar la bandeja en la mesilla noche antes de ponerse de pie. —Puedo estar lista en media hora si te parece bien.

Había pensado que Paula se sentirá a contenta de abandonar la isla ese día y aun más de verse libre de su compañía en cuanto volvieran a Inglaterra. Pero exhibía una expresión de enfado.

—No hay prisa —le informó. —He llamado por radio para pedir que el avión estuviera preparado para despegar nada más llegar nosotros.
—Ahora sé de dónde saca Toby su habilidad para la organización—bufó.—Me gustaría un poco de intimidad para darme una ducha y vestirme si a ti no te importa.

Capitulo 42

—No quiero discutir otra vez contigo esta noche, PedroEl asintió
—Bien, entonces no discutiremos.
—¡Parece que somos incapaces de hacer otra cosa!


El se encogió de hombros.


—Estaremos aquí juntos una semana Paula, sin otras distracciones. Tenemos que hablar de algo.
—Ya te he dicho qué pasó aquella noche. Me interesa más lo que pasó después afirmó ella.


Pedro apretó los labios


—Una vez más te refieres al accidente de auto en que murieron dos hombres.


La súbita frialdad que mostró le reveló la renuencia que tenía a hablar del accidente.


—Te aseguro que no me voy a sentir herida por cualquier cosa que puedas decir acerca de tus sentimientos por Samantha.
—¿No?
—No —confirmó Paula. No eres el primer hombre en irse a la cama con una mujer cuando estás enamorado de otra. Y dudo mucho que seas el último —añadió con sonrisa pesarosa


Pedro tensó la mandíbula.


—¿Me consideras tan canalla?
—Creo que eras un hombre rodeado de mujeres que siguen la Formula Uno encantadas de acostarse con el campeón sin importarles que esté enamorado de otra mujer —explicó ella con pragmatismo —A las mujeres les encanta esa imagen de macho y tú lo sabes.
—¿A ti? —en ese momento sonó divertido.
—No hablábamos de mí.
—¿Por qué te acostaste conmigo aquella noche Paula?
—Porque eras condenadamente sexy por supuesto—comentó con ligereza. —Y ahora, ¿querrías...?
—¿En pasado Paula? —cortó él con suavidad y voz ronca. —¿Ya no me encuentras sexy?


Sí, lo encontraba más sexy, se pondría literalmente a babear... le arrancaría esa camisa de seda para tocarle la piel desnuda. ¡Estaría de rodillas suplicándole que volviera a hacerle el amor! Otra vez...
Sólo pensar en ellos hizo que se le endurecieran los pechos y los pezones se marcaran contra la tela suave de su vestido.

Le lanzó una mirada irritada.


—Deberías llevar un sello en la frente advirtiendo de que eres peligroso para la salud—frunció el ceño cuando él comenzó a sonreír. —Me alegro de que lo encuentres divertido —musitó


No perdió la sonrisa mientras la observaba. Sin que Paula se diera cuenta, cada vez se sentían más relajados el uno en compañía del otro.


Adelantó levemente el torso.


—Tú deberías llevar una advertencia sobre los pechos.


El rubor le invadió las mejillas.


—¿Mis pechos...? —se atragantó.


Pedro asintió.


—Son hermosos Paula, firmes, redondos. Encajan a la perfección en mi mano y tus pezones son...
—No estoy segura de que sea una conversación para la sobremesa Pedro—exclamó cuando pudo recobrar el aliento.


El dejó que su mirada bajara a la parte de la anatomía de Paula en cuestión que en ese momento tensaba el corpiño del vestido. Un claro indicio de que la conversación la había excitado tanto como a él. Sin embargo, no podía, ni se atrevía, a hacerle el amor. El temor a otra pérdida en su vida hizo que su terminación de no arriesgar la vida de Paula con un posible segundo embarazo fuera firme.


Apretó los labios al comprender el aprieto en que los había metido a ambos.


—Tienes razón Paula, no lo es —se puso de pie.
—Yo... ¿adónde vas? —frunció el ceño al verlo ir hacía la playa.


Pedro giró en el sendero y la luz de la luna se reflejó en sus ojos.


—Necesito algo de tiempo para mí—explicó con tono distante.


No podría haberle dicho con más claridad que después de sólo dos días juntos ya se había aburrido de su compañía


—Bien asintió—Te veré por la mañana, entonces—añadió con docilidad aún algo aturdida por el cambio tan súbito en Pedro, después de pasar tantas semanas resistiéndose a él también estaba sorprendida por el intenso deseo que la embargaba de ser seducida.
—No lo dudo —confirmó de forma escueta.


Y Paula comprendió con dolor que no parecía nada feliz ante dicha posibilidad...
Los dos días que Pedro había necesitado para sentirse aburrido en su compañía eran los mismos que ella había requerido para comprender que lo amaba más que nunca

Capitulo 41

Ningún hombre tenia el poder de convertirle en gelatina las rodillas con una sola mirada, ningún otro hacia que se sintiera deseable, que lograra que perdiera el control con un simple contacto de la mano...
Por lo que a ella concernía No había ningún otro hombre, sintió que palidecía al mirarlo con sensación de impotencia. Lo amaba... Amaba a Pedro.

¿Acaso alguna vez había dejado de amarlo?

Con una sensación próxima al pánico, reconoció que probablemente, no. Se había enamorado de él aquella noche de cinco años atrás, y aunque no había vuelto a verlo había seguido amándolo. Esa era la razón por la que ni siquiera había mostrado interés en salir con otros hombres durante todo ese tiempo, por la que nunca le había atraído otro.

¡Porque ya estaba enamorada de Pedro Alfonso y siempre lo estaría!

Y en ese momento estaban casados. Estaba casada con el hombre al que amaba, al que siempre amaría, y al que no podía hablarle de ese amor porque no era lo que quería de ella. Lo único que Pedro quería era a su hijo; ella simplemente iba con el paquete.

Se puso de pie.


—Creo que no, Pedro le dijo con rigidez. Estoy cansada, regresare a la villa y dormiré una siesta antes de la cena.


El permaneció en la playa mirándola caminar entre los árboles en su ascenso hacía la casa, con el cabello sedoso sobre los hombros y un tentador contoneo de caderas.

¿Que acababa de suceder?

En un momento dado, ella lo había estado deseando como hacía siempre, algo de lo que él siempre disfrutaba y al siguiente pareció que había cerrado por completo sus emociones. Quizá era lo mejor, sabiendo que no se atrevería a arriesgarse a dejar embarazada a Paula hasta no tener la certeza de que ella no correría peligro...

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—Dime que pasó hace cinco años, Pedro.
—¿En referencia a...? —la miró con expresión reservada desde el otro lado de la mesa.
—Al accidente, por supuesto —indicó impaciente.
—Ah —se reclinó y bebió un sorbo de vino blanco que había abierto para acompañar la langosta y la ensalada que habían preparado juntos y que acababan de terminar.


Paula frunció el ceño.


—¿A qué creías que me refería?


La miró con parpados entornados mientras admiraba lo maravillosa que estaba con el sencillo vestido negro hasta las rodillas. Las finas tiras de los hombros y la desnudez de los brazos revelaban el ligero bronceado que había adquirido antes en la playa, llevaba el rostro libre de maquillaje salvo por un poco de brillo en los labios y el cabello suelto caía como una cascada sobre los hombros.

Nunca había estado más hermosa o deseable.


—¿A que creía que te referías? —repitió despacio. —¿Tal vez a la noche que pasamos juntos?
—¡Creo que ambos somos conscientes de lo que sucedió esa noche! —señaló con sequedad. Estudiante impresionable conoce a un sexy piloto de carreras—explicó ante la mirada inquisitiva de Pedro. —Y el resto es historia como suele decirse.
—¿Y qué dices tú Paula?
—¿Que debería decir?


Podría decir que se había comportado cómo una put*, que debería haber tenido más sentido común y no haber caído rendida ante tanto encanto.Que jamás debería haber cometido la absoluta necedad de enamorarse de un hombre como Pedro Alfonso


—Oh, no Pedro—sonrió sin humorNo vas a desviarme de mi pregunta original irritándome.
—¿No?
—¡No!
—Siento curiosidad por conocer la razón de que hablar de la noche que pasamos juntos hace cinco años pueda causarte irritación.
—¡Pedro! —protestó.
—¿Paula?

Quizá si hubiera seguido llamándola Paula de esa manera fría y distante entonces se habría negado a contestarle. Quizá. Pero cuando pronunciaba su nombre de ese modo ronco y sexy no tenía ni una sola posibilidad.

sábado, 8 de marzo de 2014

Capitulo 40

Paula salio a la terraza, de pronto comprendió que no había dicho nada y que Pedro esperaba...

—Yo no me preocuparía por ello. Todos los hombres son iguales en la oscuridad... —calló al sentir las manos de Pedro cerrándose sobre sus brazos. —¡Suéltame! —jadeó.

No le prestó atención.

—No me interesa saber lo que piensas de otros hombres, Paula. ¡En la oscuridad o en otra situación!

Lo miró y sólo pudo ver la furia que hervía en el.

 —Tus cicatrices no me molestan, Pedro, y ésa es la verdad —respondió finalmente.

 Pasados unos segundos, la soltó con brusquedad.

—Pasaré unos minutos más comprobando el equipo, así que quizá te apetezca ir a nadar mientras esperas —sugirió.

Paula dio media vuelta y se dirigió hacia la playa. Otro día en el paraíso...

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—¡Ha sido la experiencia más maravillosa de mi vida —exclamó en cuanto salió del mar y se quitó la máscara.
—¿La más maravillosa? —Pedro enarcó las cejas con gesto burlón mientras se quitaba el equipo antes de sentarse en la manta extendida en la arena dorada.
—Bueno... una de ellas —se apresuró a corregir ella. —Sostener a Toby en brazos segundos después de su nacimiento probablemente fue la más maravillosa —añadió con ternura.

El frunció el ceño.

—Me habría gustado compartir esa experiencia contigo.
—Ha sido un día precioso, Pedro, no lo estropeemos con otra discusión —suspiró al sentarse junto a él en la manta antes de quitarse el equipo de buceo y dejarlo en la arena. Se apartó el cabello mojado de la cara, rodeó sus rodillas con los brazos y apoyó la barbilla en ellas. Además dudo mucho que te hubieran dejado entrar en el paritorio a pesar de ser quien eres.

El enarcó una ceja

—¿A pesar de ser quién soy...?

Paula asintió.

—Ni siquiera el apellido Alfonso te habría conseguido acceso bromeó—Hubo un pequeño susto en el último momento —explicó. Mi tensión arterial se disparó, Toby se angustió y tuvieron que trasladarme a toda velocidad a un quirófano para someterme a una cesárea.

El se puso tenso.

—¿Tu vida corrió peligro?
—Creo que nuestras dos vidas estuvieron en peligro durante un rato —reconoció ella. —Pero por suerte al final todo salió bien.
—¿Es factible que suceda lo mismo en un segundo embarazo?

Lo miró sorprendida.

—No lo sé. Jamás se me pasó por la cabeza preguntarlo. ¿Pedro? —él se incorporó súbitamente para acercarse al borde del agua. —¿Pedro? ¿Qué sucede? —vio que cerraba las manos con fuerza tal como yo lo veo, tanto tú como yo estuvimos a punto de morir y tenemos cicatrices que así lo prueban...


Calló cuando se dio la vuelta con expresión fiera.

—Sólo intentaba quitarle hierro al asunto —razonó.
—¿Crees que el riesgo que corrió tu vida es asunto de risa?

Ella hizo una mueca.

—Creo que es algo que sucedió hace casi cinco años. Ahora no es más que historia, todos seguimos aquí después de todo.

Pedro sabía que ella tenia razón, pero enterarse que tanto Paula como Toby podrían haber muerto durante el parto hizo que se preguntara, y temiera que un segundo embarazo pudiera ser igual de peligroso.

—¿Puedo ver tu cicatriz?

Lo miró con cautela de pie ante ella y bloqueando el sol, el rostro intenso. ¿Quería ver la cicatriz de su cesárea?

Tragó saliva.

—¿Puedes aceptar mi palabra de que la tengo ahí? —justo debajo de la línea del escueto biquini.

Parte de la tensión se evaporó de la cara de él.

—No.
—Oh se mordió el labio inferior. —Preferiría no hacerlo —a la defensiva abrazó con más fuerza sus rodillas.
—¿Por que no?
—¡Porque está en un sitio demasiado íntimo por eso!

Porque ya se sentía demasiado expuesta, vulnerable, con ese mínimo bikini como para mostrarle más piel.

—Quizá más tarde —dijo girando la cara.
—Ahora.

Frunció el ceño irritada cuando volvió a mirarlo.

—¡Pedro, no tenemos porque desnudarnos literalmente el uno ante el otro durante nuestros primeros días de matrimonio!

Le ofreció una sonrisa dura.

—Tú has visto mis cicatrices ahora me gustaría ver las tuyas.
—Preferiría que no —espetó.
—Los hombres y las mujeres también son iguales a la luz del día Paula —murmuró él.


¡Claro que no lo eran! sencillamente no había otro hombre como Pedro Alfonso...



Continuara....




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