martes, 18 de marzo de 2014

Capitulo 45

Metió los dedos en su cabello mientras la besaba hambriento, encendido separándole los labios y permitiendo que la lengua se sumergiera en el calor de su boca,Paula sabía a miel y también estaba muy excitada.
Moldeó su cuerpo contra él y continuó besándola y reclamándola, extendió la mano sobre su trasero, la presionó contra su erección, la necesidad de poseerla era tan grande que no era capaz de pensar en otra cosa ni sentir nada que no fuera Paula. Retiró la boca de la suya y la posó en la suavidad satinada de su garganta lamiendo, probando, mordisqueando.


—¡Deberíamos para ahora mismo, Paula!
—Sí —convino ella con voz trémula.
—No puedo ser gentil contigo—gimió, sabiendo que era verdad, había esperado demasiado tiempo. ¡La había deseado demasiado tiempo!


Paula ya lo sabía, había sentido la urgencia en el instante en que la tomó en brazos. Una urgencia que también ella experimentaba y que se había desatado en cuanto la tocó. No, incluso antes.Esa percepción física había estado presente todo el día entre ellos, ardiendo justo por debajo de la superficie incluso en las conversaciones más superficiales.

—No me romperé, Pedro —lo animó con el cuello arqueado hacia el calor erótico de la boca de él— Simplemente, no pares, por favor, no pares...


Tembló con añoranza, varios botones de su blusa salieron volando en el momento en que él se la separó para desnudarle los pechos y comenzar a besárselos, a lamerlos, introduciendo un pezón hinchado en el calor de su boca mientras con una mano le masajeaba el otro.
Emitió un sollozo ronco al sentirse atravesada por el placer, que terminó por acumularse como un palpitar volcánico entre sus muslos. Estaba tan inflamada, tan necesitada al pegarse contra la erección de Pedro, que apenas era capaz de pensar con coherencia. El se movió contra ella, una promesa de un placer aún mayor, un placer que no tenía intención de permitir que Pedro les negara a ninguno de los dos. Lo quería dentro, quería observar su cara mientras la embestía con fuerza, quería oír sus gemidos de placer mezclados con los de ella, oír sus gritos cuando alcanzaran juntos esa cumbre.


—Esta vez, no, Pedro—se apartó cuando la mano la mano de él fue a desabrocharle los vaqueros. —Quiero tocarte primero, besarte, todo —añadió con voz ronca al comenzar a desabotonarle la camisa, bajársela por los brazos y dejar que cayera al suelo alfombrado.Eres tan hermoso Pedro —susurró antes de empezar a besarle todas y cada una de sus cicatrices, lamiéndole la piel, probándolo.


Pedro sabía que su cuerpo con cicatrices distaba mucho de ser hermoso, pero dejo de preocuparle todo a medida que los labios y la lengua de Paula lo recorrieron con libertad mientras apoyaba la palma de la mano sobre su erección que respondió de inmediato al movimiento rítmico y lento impuesto por ella.
Habían pasado cinco semanas juntos antes de la boda y dos días a solas en una romántica isla caribeña. Y sin embargo, era en la pequeña casa de Paula, sabiendo que estarían separados varias horas cuando perdió el control.


—Necesito... Paula necesito —calló con un gemido cuando ella le desabrochó los vaqueros y los apartó del camino para poder satisfacer dicha necesidad.

 Su boca estaba caliente al tomarlo y los dedos se cerraron en torno a la extensión de la erección para acariciarlo. Pedro se perdió en el placer de ese ataque dual a sus sentidos. Luchó por mantener el control, un poco más, quería y necesitaba disfrutar de ese momento un poco más, y se prometió para sus adentros que luego se marcharía. Paula lo empujó con gentileza hacía atrás hasta que se dejo caer en un sillón con la cabeza de ella sobre sus muslos cuando se arrodilló ante él.
Sólo unos minutos más de estar en el calor de la boca de Paula, de esa deliciosa lengua que le lamía la extensión de su miembro, de los dedos a su alrededor a medida que instintivamente comenzaba a moverse al mismo ritmo endemoniado.Paula alzó los parpados para mirarlo y adrede no apartó la vista mientras pasaba la lengua con provocación en torno al glande de la palpitante erección.

Lamiendo. Excitando. Probando.

La cara de Pedro estaba acalorada por la pasión, los ojos febriles la mandíbula apretada mientras luchaba por no perder el control.


—¡Basta! —gruño al apartarla aferrándola por los brazos para incorporarla con el fin de poder capturar la boca con la suya.


Ella se sentó a horcajadas sobre él y se besaron salvajemente. Se puso de pie con las bocas aún pegadas, coronó el trasero de Paula con la manos para alzarla con él antes de tumbarla sobre la alfombra alzando la cabeza con el fin de separarle la blusa ya rota y darse un festín con esos pechos desnudos. Primero besó un pezón y luego el otro, ella gimió suavemente cuando la miró y él continuó apretándole y masajeándole los pezones con los dedos, observando cómo se le oscurecían los ojos y se arqueaba hacia la caricia. 
Sin dejar de mirarla, le soltó los vaqueros y se los bajó por los muslos hasta quitárselos por completo separándole las piernas con el fin de situarse entre ellas, le acarició el estomago con lento movimiento circular y descendente hacia las braguitas. Paula respiró entrecortadamente mientras lo observaba tocarla con dedos cálidos y delicados, soltó un gemido cuando esos dedos se posaron sobre su sexo.
Alzó las caderas al encuentro de esa caricia tentadora. El dedo se movió y ella lo siguió.

Otra vez.

Y otra.

La tentaba. Le daba placer. La torturaba.


—¡Si Pedro! —suplicó al final, moviéndose contra él dominada por la frustración.

Le quitó las braguitas y la contempló unos instantes con ojos intensos antes de bajar la cabeza. Primero la tocó con las manos, luego con los labios besó con ternura esa cicatriz que no había tenido hacia cinco años, un placer como nunca antes había conocido irradió de su cuerpo en el instante en que la lengua de él lamió ese capullo palpitante y la lanzó al borde del abismo unos momentos antes de que el clímax rompiera sobre ella con una oleada tras otra de una intensidad tal que parecía dolor.
El placer le había vaciado la mente y soltó el aliento en una especie de sollozo al sentir que Pedro separaba los pliegues sensibles y la penetraba primero con un dedo y luego con dos. Mientras la lengua seguía acariciando ese núcleo anhelante, su cabeza se movió de un lado a otro y cerró las manos cuando él la llevo hasta otro orgasmo incluso más intenso que el primero.

No bastó. ¡Jamás bastaría!

Paula se incorporó y lo tumbó sobre la alfombra para quitarle el resto de la ropa antes de situarse encima de él, apoyando las manos sobre los poderosos hombros a medida que el calor que sentía entre las piernas se convertía en una caricia caliente contra la dureza de la erección.


—No, Paula.. gimió él cuando lo condujo a su interior, centímetro a centímetro, hasta cobijarlo por completo y quedar envuelto en su calor y su estrechez. No debemos hacer...

—Sí—insistió.


Pedro dejó de respirar cuando ella empezó a moverse con una lentitud agónica, sintió que se ponía más duro y grande, incapaz ya de soportar el tormento de esos pechos encima de él, levantó la cabeza y capturó con la boca una de esas cumbres rosadas.Paula lo tomó en toda su extensión antes de levantarse y dejar que sólo el glande permaneciera dentro de ella. Entonces volvió a bajar y a subir, así una y otra vez, por ese entonces, Pedro estaba tan excitado que era como si le tocara el mismo núcleo.
Él le aferró las caderas con las manos y guió sus movimientos al percibir la liberación inminente, y oyó el grito de Paula cuando alcanzó el orgasmo al mismo tiempo que él.

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