sábado, 15 de marzo de 2014

Capitulo 41

Ningún hombre tenia el poder de convertirle en gelatina las rodillas con una sola mirada, ningún otro hacia que se sintiera deseable, que lograra que perdiera el control con un simple contacto de la mano...
Por lo que a ella concernía No había ningún otro hombre, sintió que palidecía al mirarlo con sensación de impotencia. Lo amaba... Amaba a Pedro.

¿Acaso alguna vez había dejado de amarlo?

Con una sensación próxima al pánico, reconoció que probablemente, no. Se había enamorado de él aquella noche de cinco años atrás, y aunque no había vuelto a verlo había seguido amándolo. Esa era la razón por la que ni siquiera había mostrado interés en salir con otros hombres durante todo ese tiempo, por la que nunca le había atraído otro.

¡Porque ya estaba enamorada de Pedro Alfonso y siempre lo estaría!

Y en ese momento estaban casados. Estaba casada con el hombre al que amaba, al que siempre amaría, y al que no podía hablarle de ese amor porque no era lo que quería de ella. Lo único que Pedro quería era a su hijo; ella simplemente iba con el paquete.

Se puso de pie.


—Creo que no, Pedro le dijo con rigidez. Estoy cansada, regresare a la villa y dormiré una siesta antes de la cena.


El permaneció en la playa mirándola caminar entre los árboles en su ascenso hacía la casa, con el cabello sedoso sobre los hombros y un tentador contoneo de caderas.

¿Que acababa de suceder?

En un momento dado, ella lo había estado deseando como hacía siempre, algo de lo que él siempre disfrutaba y al siguiente pareció que había cerrado por completo sus emociones. Quizá era lo mejor, sabiendo que no se atrevería a arriesgarse a dejar embarazada a Paula hasta no tener la certeza de que ella no correría peligro...

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—Dime que pasó hace cinco años, Pedro.
—¿En referencia a...? —la miró con expresión reservada desde el otro lado de la mesa.
—Al accidente, por supuesto —indicó impaciente.
—Ah —se reclinó y bebió un sorbo de vino blanco que había abierto para acompañar la langosta y la ensalada que habían preparado juntos y que acababan de terminar.


Paula frunció el ceño.


—¿A qué creías que me refería?


La miró con parpados entornados mientras admiraba lo maravillosa que estaba con el sencillo vestido negro hasta las rodillas. Las finas tiras de los hombros y la desnudez de los brazos revelaban el ligero bronceado que había adquirido antes en la playa, llevaba el rostro libre de maquillaje salvo por un poco de brillo en los labios y el cabello suelto caía como una cascada sobre los hombros.

Nunca había estado más hermosa o deseable.


—¿A que creía que te referías? —repitió despacio. —¿Tal vez a la noche que pasamos juntos?
—¡Creo que ambos somos conscientes de lo que sucedió esa noche! —señaló con sequedad. Estudiante impresionable conoce a un sexy piloto de carreras—explicó ante la mirada inquisitiva de Pedro. —Y el resto es historia como suele decirse.
—¿Y qué dices tú Paula?
—¿Que debería decir?


Podría decir que se había comportado cómo una put*, que debería haber tenido más sentido común y no haber caído rendida ante tanto encanto.Que jamás debería haber cometido la absoluta necedad de enamorarse de un hombre como Pedro Alfonso


—Oh, no Pedro—sonrió sin humorNo vas a desviarme de mi pregunta original irritándome.
—¿No?
—¡No!
—Siento curiosidad por conocer la razón de que hablar de la noche que pasamos juntos hace cinco años pueda causarte irritación.
—¡Pedro! —protestó.
—¿Paula?

Quizá si hubiera seguido llamándola Paula de esa manera fría y distante entonces se habría negado a contestarle. Quizá. Pero cuando pronunciaba su nombre de ese modo ronco y sexy no tenía ni una sola posibilidad.

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