sábado, 8 de marzo de 2014

Capitulo 36

Paula despertó lentamente algo desorientada mientras miraba en torno del cuarto desconocido.

Y entonces recordó

No sólo donde se encontraba sino todo lo que había pasado desde que entrara en ese dormitorio, giró la cabeza en la almohada y la protesta de su cuerpo al acurrucarse en una posición fetal le recordó con claridad el modo en que Pedro la había acariciado y tocado.Su determinación de que fuera únicamente un matrimonio nominal había tardado poco en volar por los aires. ¡Ni siquiera habían abandonado el espacio aéreo británico antes de sucumbir a sus caricias!
Miró hacia la puerta al oír cómo se abría suavemente y su expresión se tornó defensiva al ver a Pedro de pie en el umbral.
El polo de color crema y los vaqueros que lucía demostraban que se había quedado en el dormitorio el tiempo suficiente para cambiarse después de que ella ¿Después de que ella qué? ¿Se derrumbara por el éxtasis que le había proporcionado una y otra vez hasta que sencillamente ya no pudo recibir más?

 ¡Oh Dios!

Apretó los labios.

—Si has venido a regodearte.
—He venido para ver si ya habías despertado—la corrigió con frialdad. Aterrizaremos en breve y antes necesitas tiempo para vestirte.

Lo cual le recordó que aparte de las braguitas y las medias estaba completamente desnuda bajo la sabana, también que así como ella se había quedado casi desnuda Pedro había permanecido vestido durante todo su anterior... ¿Anterior qué? ¿Encuentro sexual? ¿No sonaba horrible?

—Gracias —aceptó con cortesía indiferente.

Él la miró ceñudo unos momentos. Conociéndola como la conocía no había esperado que cayera perdidamente enamorada en sus brazos al despertar, pero esa frialdad y la acusación de que se había presentado para regodearse por la anterior rendición resultaban imperdonables.Con expresión sombría cruzó el dormitorio en tres zancadas se plantó junto a la cama y la miró.

—No es conmigo con quien estas enfadada, Paula
—No presumas de poder decirme lo que siento —soltó resentida mirándolo con ojos centelleantes.

Pedro se sentó en la cama y la atrapó bajo la sábana al apoyar una mano a cada lado de ella para inclinarse.

—Somos marido y mujer Paula, no existe ningún motivo para que te sientas avergonzada por lo que sucedió antes entre nosotros...
—No estoy avergonzada Pedro... ¡estoy disgustada! tanto conmigo misma como contigo —añadió con expresión de desafío al tiempo que lo miraba directamente a los ojos.

Él sabía que como la tocara en ese momento incluso enfadado no sería capaz de contenerse de hacer el amor con ella. Con sólo mirarla tuvo que moverse incómodo ya que sintió que se excitaba, su falta de liberación antes se había convertido en un palpitar doloroso del que había sido plenamente consciente mientras Paula dormía.
Se puso de pie de golpe para establecer cierta distancia entre ambos antes de volver a hablar pero ella se adelantó.

—No cuentes con una repetición Pedro—espetó.

En lo concerniente a Paula, Pedro daba nada por hecho ni una sola cosa.

—Aterrizaremos en diez minutos Paula, así que te sugiero que antes de hacerlo te vistas —dijo con sequedad para luego marcharse

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