sábado, 8 de marzo de 2014

Capitulo 39

—¿Sabes bucear Paula?

No alzó la vista de la tostada que comía mientras desayunaban en la terraza

—¿Tu?

Como bien había adivinado, no había sido una noche apacible y aún seguía despierta fingiendo que no lo estaba cuando media hora más tarde Pedro se reunió con ella en el dormitorio. Que él se quedara dormido a los cinco minutos de haber apoyado la cabeza en la almohada no había cambiado en nada la tensión que sentía y había permanecido horas despierta incluso después de que la respiración acompasada de él, le indicara que seguía profundamente dormido a su lado.
El único consuelo que tuvo fue que Pedro ya estuviera levantado y preparando el desayuno cuando ella despertó poco después de las nueve de la mañana, pero aún sentía los ojos arenosos por la falta de sueño y lo único que deseaba de verdad era volver a la cama.

—Si no supiera, no te lo habría preguntado —señaló él antes de beber un sorbo de café. —¿Te gustaría aprender?

Llevaba una camisa de mangas cortas y pantalón blanco y parecía mucho más relajado que lo que tenía derecho a estar.

—Supongo que podría probar —acordó irritada. —Siempre y cuando no seas uno de esos profesores que se enfada con sus alumnos.
—No me cabe duda de que serás una alumna muy atenta, Paula—bromeó él, reconociendo por sus ojos y su cara en general que no había dormido bien.

Cuando la noche anterior se acostó a su lado, había sabido que seguía despierta, ofreciéndole con firmeza la espalda en su afán por aparentar estar dormida.Un engaño que le había permitido mantener, por el momento era suficiente que aceptara que iban a compartir una cama en el futuro.

Lo miró fijamente.

—Espero sinceramente que te refieras al buceo
—¿A qué otra cosa podía ser? —la provocó.

Siguió observándolo con suspicacia durante varios segundos, y luego se encogió de hombros.

—¿Por qué no? Es evidente que no tengo nada más que hacer hoy —se puso de pie de golpe.

Pedro la miró con curiosidad.

—¿Tal vez habrías preferido ir a un lugar algo más... divertido... en nuestra luna de miel?

Le lanzó una mirada agria.

—Oh, yo creo que esto es bastante divertido, ¿tú no?

 Él rió suavemente.

—Esperemos que sí.

Paula se negó a aceptar el desafío de su mirada.

—Iré a cambiarme.

Aunque no estuvo muy segura de ello en cuanto vio las piezas diminutas que Micaela, evidentemente al tanto del secreto de la luna de miel, le había guardado en la maleta.
Había dos biquinis. Uno negro que consistía de dos piezas exiguas de tela que apenas le cubrían algo, y uno rosa que si tenía más tela en la mitad inferior, aunque por desgracia el sujetador era de un escote profundo lo que significaba que en cuanto se lo pusiera los pechos se asomarían por todas partes.Paula olvidó su propia timidez con el biquini rosa en el momento en que salió a la terraza y contempló a Pedro con el bañador negro más pequeño y sexy que jamás había visto.
De caderas bajas, la tela apenas cubría esa reveladora protuberancia frontal, una protuberancia de la que le costaba apartar la vista. Pedro se irguió del equipo de buceo y su expresión se endureció al percatarse de que Paula lo observaba.

—¿Acaso mis cicatrices te molestan después de todo?soltó con aspereza.
—¿Cicatrices?repitió desconcertada tratando de concentrarse en algo que no fuera ese bañador mínimo —Oh. Esas cicatrices—asintió al percatarse de las líneas entrelazadas que marcaban su pecho y espalda, en su pierna izquierda tanto por debajo como por encima de la rodilla, tenía algunas más profundas que parecían incisiones quirúrgicasYa te he dicho que no me parecen desagradables,Pedro—indicó ceñuda.
—Eso fue antes de ver la extensión que alcanzaba —explicó con sequedadA algunas mujeres les molestaría.


¿A algunas mujeres? ¿O ya había sucedido... quizá con Samantha, por ejemplo?

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