lunes, 10 de febrero de 2014

Capitulo 13

Se apartó de nuevo levemente de él y soltó la mano que le sostenía para establecer una distancia entre ambos.

—Creo que ya hemos bailado bastante, ¿no te parece? comentó con rigidez, la vista clavada en el tercer botón de su camisa.


Pedro apretó los labios y su expresión se volvió gélida al reconocer para sus adentros que ya había bailado <<bastante» con Paula. El tiempo suficiente como para confirmar que su cuerpo aún respondía a la voluptuosidad de los pechos de Paula y al calor de los muslos pegados a los suyos, era en realidad, todo lo que había querido averiguar.


—Quizá tengas razón —de inmediato se apartó de ella en el centro de la pista.

Paula se sintió incomoda ante esa súbita retirada y miro alrededor con timidez mientras algunos de los que bailaban a su alrededor les dedicaban unas miradas de curiosidad.


Estás intentando avergonzarme adrede musitó irritada antes de dar media vuelta y salir de la pista con las mejillas encendidas.
—Expresaste el deseo de que dejáramos de bailar—Pedro la siguió a un paso más mesurado.
—Márchate, Pedro, implemente márchate —repitió cansada.


La observó con detenimiento y el brillo en esos ojos verdes ya no le pareció causado por la furia.


—¿Estas llorando Paula?
—Claro que no estoy llorando —soltó con el mentón alzado en desafió mientras lo miraba a los ojos. —Necesitaría algo más que la desgracia de volverte a ver para hacerme llorar —desdeñó—Y ahora, si me disculpas, me gustaría irme a mi habitación.
—¿Te hospedas aquí, en el hotel? —inquirió con curiosidad. Era una posibilidad que no se le había pasado por la cabeza.
—¿Y que si es así? —entrecerró los ojos.
—Era simple curiosidad, Paula —expuso.
—¿Sí? —le dedicó una sonrisa burlona—No recuerdo que cinco años atrás sintieras curiosidad por alguien que no fueras tú mismo.


 Pedro apretó los labios en señal de advertencia.


—¿Me acusas de haber sido un amante egoísta? —sonó indignado.
—¡No, claro que no! —las mejillas de Paula volvieron a encenderse —Estamos manteniendo una conversación ridícula—añadió resentida—Es hora de que me vaya, no diré que ha sido un placer volver a verte porque los dos sabemos que no es verdad —agregó antes de darse la vuelta y alejarse con la cabeza erguida.


Pedro la contempló cruzar la estancia para ir a excusarse con sus tíos antes de irse con un movimiento sinuoso de las caderas bajo el vestido violeta y las piernas que parecían interminables con los zapatos de tacón alto.
«No», convino él mentalmente, desde luego que no había sido un placer volver a ver a Paula Chaves.

Pero había sido algo...

Paula se obligó a moverse despacio, con calma, mientras le presentaba sus excusas a los anfitriones, Teresa y Pablo Fabrizzi y salía al pasillo que conducía a los ascensores, negándose a proporcionarle a Pedro la satisfacción de verla apresurarse con el fin de escapar de esa intensa mirada.
Ya era mala suerte que él fuera familia de la novia de su primo, yaun no se le había ocurrido ningún modo de evitar asistir a la ceremonia del día siguiente. Pero tendría que idear algo. Debía hacerlo.


—Vuelves pronto —Angela, la hermana menor de Daiana, la recibió con calidez cuando Paula entró en el salón de la suite que compartía con sus hermanas.Ésta dejó el bolso de noche en una mesita que había junto a la entrada.
Me duele un poco la cabeza —se justificó.
—Es una pena Angela se levantó. Era tan alta y hermosa como su hermana mayor.
—También pensé que ya habías hecho de canguro demasiado tiempo esta noche y que tal vez te apetecería unirte a la fiesta añadió con calidez ya que Angela se había ofrecido amablemente a llevar a la media docena de los miembros más jóvenes de la parte inglesa de la familia a cenar a una pizzería antes de regresar al hotel y asegurarse de que todos se metían en la cama.
—¿Seguro que no te importa? —sonrió Angela
—Por supuesto —le aseguró Paula —El baile acaba de comenzar añadió para animarla.

Al quedarse a solas suspiró y dedicó varios minutos a calmarse antes de ir a la habitación contigua donde su hermano pequeño estaba acostado con la lámpara de la mesita de noche aún encendida mientras leía un libro.


—¿Va todo bien Gonza? —le preguntó con suavidad al detenerse a su lado.


El joven de doce años le sonrió.


—Está bien dormido como puedes ver.


La expresión de Paula se suavizó al mirar al ocupante de la segunda cama. Su hijo Tobias de casi cinco años de edad.
Sus rizos oscuros resaltaban sobre la almohada y tenía los labios entreabiertos mientras respiraba profundamente con un delicioso hoyuelo en el centro de la barbilla.


Igual que el de su padre...

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