miércoles, 19 de febrero de 2014

Capitulo 21

—No fui yo quien sugirió eso, Pedro.Fuiste tú.


Soltó un bufido.


—Era imposible no hacerlo teniendo en cuenta lo que dijo Samantha después del accidente—gruñó él—El interrogatorio oficial demostró mi inocencia pero quizá tú prefieres pensar que soy responsable del accidente que causó la muerte de dos hombres en vez de aceptar mi palabra sobre lo sucedido aquel día.

Paula sintió que palidecía al mirarlo. No, claro que no prefería pensar que Pedro había causado adrede el accidente que había matado a otros dos hombres. ¡No lo creía!El podía ser culpable de muchas cosas, pero bajo ningún concepto lo consideraba culpable de eso.

La miró con frialdad.


-No causé el accidente, Paula—repitió con firmeza.—Eso sólo fue la acusación histérica de una mujer que se aprovechó del hecho de que permanecí inconsciente varios días y por ende, fui incapaz de negar dichas acusaciones.

Y tampoco esa acusación había sido la causa por la que Paula no se había esforzado en contactar con Pedro después del accidente... ¿Cómo habría podido presentarse en el hospital y solicitar que se le permitiera verlo cuando sólo habían pasado una noche juntos?
Si Pedro hubiera querido volver a verla, había razonado en ella en su momento, entonces la llamaría como había dicho que haría, hasta que no decidiera eso, si es que elegía hacerlo, no le quedaría más remedio que continuar con su vida de la mejor manera posible. El embarazo era algo que no había tomado en consideración cuando tomó esa decisión.
Semanas más tarde, después de que se confirmara éste, se había visto obligada a adoptar decisiones, tanto para sí misma como para su bebé, que Pedro no la llamara había reforzado su sospecha de que no quería saber nada de ellos o en caso contrario, que tenía el poder de arrebatarle a su hijo. Algo que no iba a dejar que sucediera, y ya era demasiado tarde para explicarle o revertir algunas de esas elecciones...


Pedro estudió su rostro expresivo, pero las emociones que pasaron por él fueron demasiado fugaces para poder discernirlas.


Yo no causé el accidente, Paula pero eso no significa que no haya llevado conmigo la culpabilidad por las muertes de Paulo y Jason cada día desde entonces.
—Pero ¿por qué? —preguntó desconcertada

Pedro se volvió para observar por la ventana el horizonte de San Francisco. ¿Cómo podría explicarle alguna vez como se había sentido al despertar cinco años atrás y descubrir las muertes de Paulo Descari y Jason Miller y enterarse de las acusaciones histéricas de Samantha? y a eso se había sumado la absoluta desesperación e impotencia que había sentido ante sus propias lesiones y heridas ante la posibilidad de que tal vez jamás volviera a caminar.
Lo peor de todo, incluso peor que las muertes de Paulo y Jason y del engaño de Samantha había sido saber que la noche que habían pasado juntos había significado tan poco para Paula.

¡No!

Se negó a volver por ese camino. Llevaba casi cinco años sin pensar en el abandono de ella, no podía hacerlo en ese momento. Pensaría únicamente en Toby, en su hijo y en la segunda traición de Paula.

Volvió a mirarla, y su expresión fue implacable.


—Toby es lo único que importa ahora le dijo con frialdad. Mañana volveré a las diez, momento en el que Toby y tú esten preparados para acompañarme.
—No pienso ir a ninguna parte contigo Pedro y tampoco Toby —cortó de inmediato.
—Momento —repitió con tono aún más gélido, si era posible —en el que Toby y tú estén preparados para acompañarme a visitar a mi padre. El abuelo del pequeño—añadió con dureza.

La segunda negativa que iba a plantear Paula murió en sus labios. Antes había hablado con su madre o más bien, su madre había hablado con ella.Una conversación en la que su madre le había asegurado que la relación entre Pedro y ella era asunto exclusivo de ambos y sólo ellos dos debían solucionar,sin embargo y hablando cómo abuela, había añadido que sentía pena que Marcos hubiera tenido que enterarse así de que tenía un nieto. Era evidente que dicho conocimiento había resultado tan emocionalmente intenso como provocar el desmayo, un hecho irrefutable contra el cual no tenía de defensa.

Ni antes ni en ese momento.

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