lunes, 24 de febrero de 2014

Capitulo 26

Se humedeció los labios de pronto resecos.


—La atracción física tampoco es base para un matrimonio —incluso al escuchar sus propias palabras, se dio cuenta de que carecían de fuerza.
—Pero estarás de acuerdo en que es un comienzo, ¿no? —murmuró él con voz ronca y una profunda satisfacción en el fondo de sus ojos.


Apenas podía respirar bajo esa mirada que le permitía ver la calidez que ardía en sus profundidades, luego se acercó para que fuera consciente de la dura presión de su erección contra ella al tiempo que bajaba la cabeza con la obvia intención de reclamar su boca...
Cuando éstas se pegaron fue como un dique estallando, Paula metió los dedos en el pelo castaño y tupido de Pedro mientras los cuerpos exigían la máxima proximidad del otro.
El beso se ahondó con pasión y se descontroló cuando la lengua de él la provocó para que lo reclamara tal como él estaba haciendo. Paula ansiaba tanto eso... El doloroso vacío que acechaba en su interior se llenó por completo cuando Pedro le abrió la blusa y le sostuvo un pecho al tiempo que movía la yema del dedo pulgar sobre el pezón para excitarla aún más.
Estuvo a punto de arrancarle la camisa cuando tuvo que satisfacer su propia necesidad de tocarle la piel. Los músculos duros, la suavidad del vello que le cubría el torso, con los dedos le acarició las líneas de las cicatrices dejadas por el accidente cinco años atrás y él respondió a esas caricias con un gemido ronco. No ofreció resistencia cuando Pedro le soltó el sujetador y le liberó los senos para acariciárselos, jadeó cuando él quebró el beso y posó los labios en un pezón duro, ejerciendo una succión ardiente y húmeda con la lengua mientras con la mano le acariciaba el otro pecho.
El palpitar entre los muslos de Paula se encendió y lubricó, convirtiéndose en un vacío que necesitaba ser llenado con la erección de Pedro, que palpitó con la misma necesidad mientras comenzaba a frotarse contra él. No le ofreció resistencia cuando le coronó el trasero con las manos y la alzó hasta dejarla sentada en el escritorio, separándole las piernas con el fin de poder situarse entre ellas, con la erección centrada en ese momento en su sensibilizado núcleo. Gimió con satisfacción cuando la tumbó sobre la mesa con el fin de succionarle los pechos desnudos con el mismo ritmo encendido con el que movía la erección contra sus muslos. Su respiración se hizo entrecortada a medida que su liberación comenzaba a arder, a explotar llevándola hasta el límite de la cordura.

En la puerta del estudio sonó una llamada leve antes de que Marcos les informara:

—Toby y yo estaremos en el jardín cuando hayan terminado de hablar.


Pedro se había apartado con brusquedad de ella en el instante en que oyó la llamada y apretó los labios al ver la expresión horrorizada de Paula antes de que se incorporara del escritorio, le diera la espalda y se arreglara la ropa.

—Paula y yo nos reuniremos pronto con ustedes —le respondió distraído a su padre al tiempo que se abrochaba la camisa.
—No hay prisa le aseguró el hombre mayor antes de alejarse por el pasillo.


Pedro miró ceñudo la espalda de Paula mientras intentaba sin éxito volver a abrocharse el sujetador con dedos demasiado temblorosos.



—Déjame—soltó antes de acercarse y abrochárselo.
—Gracias —dijo con rigidez, sin girar mientras se abotonaba la blusa ¡No... no sé qué decir! Eso ha sido... No sé qué ha pasado.
—Oh creo que eres bien consciente de lo que ha estado a punto de pasar Paula —comento—Me satisface que no mintieras acerca de mis cicatrices añadió con voz ronca.


Ella no había mentido acerca de sus cicatrices externas, pero las internas eran otra cosa.


Movió la cabeza.


—Por lo general no me comporto de esa manera.
—Quizá ha pasado tiempo desde la última vez que estuviste con un hombre —señaló él con tono seco.

Paula se volvió y lo miró con ojos centelleantes ¿Qué clase de mujer pensaba que era? ¡La clase de mujer que casi dejaba que le hicieran el amor sobre la superficie de un escritorio! ¡La clase de mujer que había estado a punto de romper la camisa de Pedro en su necesidad de tocarlo!
Cerró los ojos disgustada consigo misma mientras intentaba recuperarse, desde luego no era esa clase de mujer, seguro que Pedro no le creería aunque se lo dijera... y era algo que no pensaba hacer, ya la humillaba bastante saber lo fuera de lugar que había sido su comportamiento como para contarle que no había habido un hombre en su vida desde aquella noche que había pasado con él hacía cinco años.

Durante nueve meses había estado embarazada, y el nacimiento de su hijo había centrado toda su atención en él. No había querido añadir más confusión a esa vida nueva.

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